viernes, 24 de agosto de 2007

Estación


Camino hasta la estación de tren. Desde mi casa son siete u ocho cuadras. Voy hasta la boletería y pido un boleto.
-Ida a Retiro por favor – le dije al hombre que sentado en la boletería, no levantaba la vista de un libro (por el color de las hojas parecía ser de Kafka)
Pague y me senté en el anden. En realidad me senté en el andén equivocado.
Cuando llegó el tren, no decía ni Retiro, ni Suárez ni Mitre. Decía “Tres ballenas blancas”. Decidí subirme y sentarme contra la ventana. El tren empezó a andar. Cada vez mas despacio. Cada vez con más decisión. Un guarda empezó a correr por el pasillo del tren, cerrando las ventanas. Afuera el agua que crecía del piso y caía del cielo empezó a inundar la ciudad (el tren no modificaba su paso, seguía, cada vez más rápido, cada vez con más decisión).
Puede ver con nitidez a mi familia, a mis amigos, a las mujeres con las que había compartido cosas buenas y cosas malas. Pude ver mi calle, mi casa. Pude verme sentado en un banco en la plaza “Castelli”. El agua tapaba a mi “doble”, pero no pude ver el desenlace de la situación. El tren seguía avanzando. Vi la ciudad, vi como las vacas caminaban pastando sobre el asfalto, vi molinos que intentaban sacar agua de los adoquines. Vi personas uniformadas quemando libros bajo el agua. Las llamas me lastimaban los ojos, pero no llegaron a producir un dolor suficiente como para dejarme ciego. El tren seguía avanzando. Vi aviones flotando, vi millones de divanes, en los cuales hombres y mujeres se empujaban por ocupar un lugar a los pies de personas que, supuse, eran psicólogos. Digo supuse porque el tren seguía avanzando y no pude comprobarlo. Me pareció ver una montaña de escombros. A su lado había un cartel: “Camino del Buen Aire”. En el medio se erguía el David de Miguel Ángel, vestido de traje, con un crucifijo en la mano. Sobre su cabeza había una cigüeña. Me pareció ver que la cigüeña escupía bebés, pero no pude ver con claridad. El tren seguía avanzando.
Llegamos a una estación. El tren frenó en seco, me golpee la cabeza contra el asiento de adelante. Cuando mire por la ventana ya no había agua. Baje del tren. En la estación, sobre el anden, indicando el nombre de la misma, había un cartel que decía: “Tres ballenas blancas”.