lunes, 22 de diciembre de 2008

Ciudad Baigón

La ciudad... (La puta ciudad)

Es de noche. No conozco otra forma. Siempre es de noche, si no fuese asi, no estaria escribiendo estas lineas.
No queda nada de noche... las ratas, las bolsas de basura rotas, saqueadas y apoyadas contra la vereda. Los semaforos obsoletos, los carteles que esperan un nuevo dia y su gente, para indicarle los nombres y los sentidos de circulacion de las calles. Esperan inutilmente. Hace muchisimo tiempo que nadie se acerca a esta ciudad. Fue abandonada despues de las prolongadas lluvias y la guerra. Nadie recuerda a Ciudad Baigón. Soy el unico sobreviviente. Estoy acostumbrado. Invento mis reglas: duermo de dia, escribo de noche. Sobrevivo gracias a la basura que dejaron en las bolsas negras (corazones de manzana, cabezas de pescado, huesos de pollo, etc). No piensen que soy un indigente, no. Tengo aire acondicionado, tengo libros, tengo discos, tengo agua potable, tengo ropa, zapatos, crema de afeitar, pasta dentifrica, etc, etc, etc.
Me gusta escribir, me gusta caminar de noche, me gusta que no haya ruido, me gusta ir a la iglesia y ver su gran puerta de roble cerrada (fantaseo a veces con abrirla). Amapola era el nombre de mi hija. Amapola es el nombre de la calle donde vivo... no es Amapola, pero yo la llamo asi: Amapola 2365 7mo "A", me gusta rendir tributo a las personas y cosas que me hacen sentir bien. El recuerdo de mi hija me hace bien. Hay dias (noches) en que necesito hablar con alguien y me siento muy solo, pero la mayoria de las veces me gusta el silencio. Ahora intento escribir algo para poder dejar un legado. Me siento culpable por no dejar un legado, algo que pueda documentar mi presencia en esta ciudad...Me pongo comodo, prendo la luz de mi escritorio y escribo en una servilleta de papel: "Esta ciudad no se llama Ciudad Baigón." Enrollo la servilleta y voy hasta la ventana. La abro y me quedo mirando las luces de un avion que vuela a lo lejos. Meto mi declaracion en una botella de vino vacia, la cierro con un corcho y la dejo caer desde el septimo piso, para verla estrellarse contra el asfalto de Amapola y romperse en mil pedazos de vidrio.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Fermento

Cabizbando los vados y la podredumbre de meses largos bajo la lluvia, la gente del colegiales metafísico habito mas entre costumbres y cordialidades que en una verdadera catástrofe como la vivieron [hoy] los antiguos sanguinarios. El olor a puerto perdura y convive con la ya retirada del agua, las moscas se amontonan sobre los muertos animales. El síntoma de enfermedad y esta vez todo era barro, peste, tiranía. Nuevas realidades tramaban la escena del paraje de las ballenas, como entes fantásticos o reales, en el plano celestial o el plano terrenal.
Ballenas asesinas revientan la esquina de mi barrio, ballenas asesinas se juntan en el kiosco de Osvaldo. Osvaldo, el de las pesadillas de Zamel el turco, o el que en otras circunstancias vendía cigarrillos entonando la marsellesa o coca cola tarareando la internacional. Definitivamente preso en las pesadillas de Zamel contemporáneo, quien cena con auriculares puestos, complejizando las noticias y explicando las muertes de los castillos a su tía, que intenta ver por la televisión los concursos del gran baile. En definitiva gigantes edificios conceptúales, séptima generación del renacuajo anglopampeano, fiesta y doma.
- Cierre su libro Zamel, es hora de que nos acompañe
Y el robusto se levantaba empapado en sudor, las palpitaciones le daban hambre y se dirigía a la cocina, en la heladera estarían las sobras de su platillo favorito, Suareas Ancas de Rana extraídas del arroyo Vega por su tía y sus propias manos, - ¡Entrad a mi boca, dulces quinceañeras, entrad! - consumía los batracios y volvía a su estado de reposo.
Así yacen las condiciones de existencia y la sed moderna, la búsqueda como fin último descansa sobre las telas de araña, los monos de la calle pampa robaron el antiguo telón del teatro colon. Zamel respira por última vez

sábado, 6 de septiembre de 2008

113

Caminaba ayudado por su bastón. Su ovejero habia muerto a manos del 113, en donde Forest choca con Pampa, sangrando sobre los adoquines que llegaban hasta la puerta de su casa, en donde descansaba el Renault 12. Rara vez salia de su casa. Su ceguera no le permitia ver que la luz de la galeria permanecia encendida noche y dia. Pensó en volver a fumar, en comprarse otro ovejero. Pensó y no hizo, como la mayoria de las veces que habia pasado en su vida. Se sentó en la galeria. Escuchaba el ruido del 113 y lo maldecía una y otra vez. Solía confundir el episodio de la muerte de su perro con el de la muerte de su esposa. Las "imagenes" eran iguales, reproducidas una y otra vez por su imaginación, la misma que las habia creado en ambos casos. Fue hasta el kiosco de Pampa y Melián. Compró "puchos" como les decía su mujer. Cuando volvió a su casa, se dió cuenta de que las llaves no entraban en la cerradura de la reja. Intentó una y otra vez, golpeó la reja, la maltrató a puntapies, la maldijo, la maldijo con toda su boca, con sus ojos entreabiertos, con su bastón, con el odio que guardaba por la muerte de su esposa, por la muerte de su perro y por la ceguera que lo había aislado toda la vida. De rodillas frente a su casa, de espaldas al Renault 12, decidió que nada valia la pena. Todo era inutil, todo era una metafora sin sentido, una burla. "Las cuentas de la luz", "¿Por que mierda tengo que seguir pagando las cuentas de la luz?" le gritaba a las personas que pasaban por la puerta de su casa cuando se sentaba en la silla de mimbre de la galeria. Luego de un tiempo logró calmarse, y pensó que lo mejor era pedir ayuda. Intentó buscar su bastón, pero ya no lo encontraba, caminó unos cuantos pasos y sintió como cambiaba el piso. Escuchó un ruido, y como si todo hubiera pasado en un segundo, reconoció el 113 que se acercaba castigando los adoquines. Se arrodilló y lo maldijo por última vez.

sábado, 30 de agosto de 2008

Esa vez la basura era lo unico que se podia patear, esa vez sonaba el metafisico en su cabeza, respiraba y mojaba su bufanda que muy alta prendia. caminaba solamente, movia una pierna y otra , una pierna y otra, caminaba a paso firme, se concentraba en sus pies, miraba hacia abajo y veia pasar las baldosas bajo sus zapatos, sus rodillas se movian solamente lo necesario, logrando asi un caminar perfecto a paso moderado y seguro. Sonaba el metafisico en su cabeza.

martes, 12 de agosto de 2008

Colegiales profundo

"La metafora era incomprensible, casi inexistente: Los cantos (extremadamente agudos e irrepoducibles) se acercan a redimir, a recomponer, a restaurar la paz del Colegiales profundo , aquella que hemos profanado los sanguinarios. Ya es demasiado tarde para arrepentirnos, ojala esta carta sirva para poder poner en palabras mi arrepentimiento. Ya es demasiado tarde. "

(Manuscrito original, encontrado en uno de los depositos de la estacion de tren de Colegiales, aquellos que fueran nombrados por Osvaldo como base contra el exterminio.)

Las calles eran rios, las embarcaciones era bienes preciados. Descascarando un caracol de agua para poder comerlo, uno de los sanguinarios mas viejos esperaba sobre su bote. Entre los antiguos residentes de Colegiales se lo conocia como "Salieri", pero para los sanguinarios (que no usaban sus nombres sino que se llamaban por numeros) era "numero 2", famoso por ser la mano derecha de Osvaldo. Numero 2 fumaba una antigua pipa, una que comprara en una de las tantas ferias que se celebraban en las casas de Villa Ortuzar, antes de que las lluvias irrumpieran con su furia atroz. Con una mano sostenia la pipa y con la otra descascaraba con gran destreza el caracol. Su fama de fanfarron lo caracterizaba. Gustaba de alardear frente a los jovenes en las esquinas del antiguo Colegiales, con su voz ronca y sus letras de tango que recitaba de memoria desde su carreta. Pero las lluvias lo habian cambiado. En el bote permanecia en silencio. Con el caracol en la mano y la pipa que fumaba con indiferencia.
Numero 2 habia dado un informe de "normalidad y calma" a su amigo Osvaldo, quien pasara con su bote minutos antes de la primera aparicion. Osvaldo ya habia remado hasta el fondo de la cuadra y habia doblado en la esquina, cuando numero 2 vio por primera vez lo que sus ojos no podian abarcar: el lomo de una ballena. Era sabido que los renacuajos y algunas cuantas variedades de peces habian adoptado el cauce de las calles de colegiales como propio, pero poco se sabia de animales de mayor porte, y mucho menos de ballenas. "Ballenas blancas" dijo numero 2 mientras dejaba caer sin pensar su pipa y el caracol. "Ballenas Blancas", tal como las habia mencionado aquel borracho que se presentaba en las reuniones sociales en el Agora situado en la calle Zarraga. "Vendran por nosotros, como ya lo han hecho, vendran a redimirnos y castigarnos" gritaba el malviviente que irrumpia en los debates que se llevaban a cabo en el Agora. No causaba mas que risas en la gente, que no podia ni imaginar la posibilidad de ballenas avanzando por el ripio y los adoquines de las calles de Colegiales.
"Ballenas Blancas" fue lo ultimo que suspiro numero 2, antes de intentar tomar inutilmente el remo, en el momento en que las fauces del cetaceo se abrian y lo hacian desaparecer de la luz que daba la luna y algunas pocas estrellas, sobre el agua de la calle Conde.

viernes, 25 de julio de 2008

El Diluvio

Las gotas de a poco comenzaron a estrellarse sobre las baldosas, crece el torrente acariciando el cordón, la noche cesa, las lluvias penetran por los poros y ablandan los nervios. Se sabe. Los ríos solo crecen a llantos.Al cabo de siete días de constantes precipitaciones, la rustica avenida Sanguinaria o Elcano para los contemporáneos, se había convertido en un riacho, Osvaldo poseía de un bote y con el ayudaba a los mas nesecitados, ofrecía botas de lluvia pero los mas tradicionalistas no las aceptaban, preferían pisar los charcos y el barro descalzos,
- lo lindo que es pisar el barro descalzo Osvaldo, ¿te acordas? ¿Que mierda estas haciendo? Osvaldo no hacia caso a las recomendaciones de los mas antiguos del lugar y seguía con su clientelismo de bote naranja y chaqueta de cuero.
Pasaron los días y las lluvias seguían sin dar respiro, Colegiales comenzaba a vivir una nueva etapa, las fisuras entre los vecinos eran cada vez mas marcadas. Osvaldo había conseguido cierto numero razonable de seguidores, quienes luego serian llamados los Sanguinarios de la Reformacion, Zamel condenado al ostracismo se convirtió en un habitante de los pagos del puente Olazábal, y la única oposición existente (también lejos de Zamel) era la del grupo de los antiguos residentes, estas personas veían el diluvio como un hecho natural de las fases del tiempo y las estrellas, esperaban un desenlace mas halla de sus acciones y las de Osvaldo. Algunos albergaban a aquellos extranjeros que vinieron con el rumor de la vaga solidaridad en el bienamado Colegiales anterior.
Pasaron meses y los riachos habían crecido, eran tiempos de la séptima generación de renacuajos, crecieron flores acuáticas, y los nietos de los antiguos residentes eran ya eximios nadadores y experimentados pescadores de mojarras, la lluvia no cesaba, a veces era solo un vapor con el que se convivía amablemente, las noches de pocas gotas eran hermosas, se escuchaba a los sanguinarios fumar y jugar a las cartas en los botes de guardia, cantos extremadamente agudos e irrepoducibles subían desde la gran desembocadura de Pampa y la vieja vía hasta aquí. Cada noche son mas las voces y cada vez están mas cerca, los Sanguinarios les temen y les cuesta prender los cigarrillos porque tiemblan, sus encendedores no funcionan por la humedad. A veces, parece que van a enloquecer

domingo, 20 de julio de 2008

Aguas fuertes

El calor del verano inundaba la noche de Colegiales. Acostado en su catrera, mirando el techo a la luz de una vela, Zamel no podía conciliar el sueño. Las gotas le caían por la cara, le pesaban los parpados: los cierra, los abre, los cierra, el cuerpo empieza a girar: los tigres se acercan, se alejan se van. El desierto va entrando de noche en la ciudad, los locos solo miran y lo dejan entrar: Son siete, son miles, no quieren pensar. Son islas desiertas en medio del mar.
Osvaldo pone el último envase vacío de cerveza en un cajón y se dispone a cerrar el kiosco, a pocas cuadras de donde Zamel lo maldice, sobre lo que luego sería conocido como la avenida "Sanguinaria" o "El Cano" en el Colegiales contemporáneo.
Zamel sueña: son huesos, son flores, son miedo y verdad, caminan llorando, sangrando piedad, el cuerpo ya frio, empieza a sangrar, el miedo del cuerpo y de la libertad.
Osvaldo prende un cigarrillo. Poco se sabe de aquello que tanto le interesa: barrios que cruzan el Rio de La Plata. Solo sus nombres: Colonia, Montevideo, en fin, "Uruguay". Apaga el cigarrillo contra el cordon de la vereda. Escribe en su libreta: "Prosas modernas cruzando altamar, juguetes rabiosos que vienen y van." Osvaldo, que sería mas tarde homenajeado por Roberto Arlt, recuerda aún la primera vez que enfrentó a Zamel en el Agora o Plaza Zárraga, como se la conoce en el Colegiales moderno. "Aguas fuertes, al puerto han de llegar: porteños cristales, de viento, de sal" gritaba con su puño en alto el kiosquero, mientra "El Turco" lo escuchaba con cara de pocos amigos.
Zamel sabía que las intenciones de Osvaldo disentían con las de los ciudadanos de Colegiales. Una noche calurosa, Zamel despertó y decidió pasar una advertencia. Con carbón, y de su propio puño, escribio frente al kiosco de su nuevo enemigo: "Osvaldo: En la biblioteca de su barrio (lo que hoy se conoce como la libreria del Sol), con Trotsky y Karl Marx, usted y los suyos, que distan ya de los nuestros, están corroyendo valores del discurso institucional. Colegiales le pide que cierre su kiosco por última vez y camine hasta el Rio de La Plata sin mirar atrás" y abajo firmaba, con su propia sangre: "El Turco" (pueden verse en el barrio actual, homenajes ciudadanos de aquella historica firma.)
"Aguas fuertes, al puerto han de llegar: porteños cristales, de viento, de sal..."

jueves, 17 de julio de 2008

La Sanguinaria

Había una pulpería donde solían juntarse los sanguinarios, antiguos personajes con patillas largas y vozarrones autoritarios. Esta se encontraba atrás de lo que hoy es la Parroquia de San Ambrosio en el actual Colegiales, eran épocas donde los chicos cazaban ranas en el arroyo, se ensuciaban las rodillas y sus madres les rezongaban en algún dialecto de del sur de la península itálica. Los tiempos del Sanguinario fueron tiempos de paz y buen augurio aunque su nombre ofrezca lo contrario, se recuerda con mucho brío el mercado y sus animales traídos desde la mística llanura, los llamativos colores de la feria, el organito, las delicias de la vida sencilla, los grillos entre los pastizales y el cantar de gallo por la mañana.
Bien se decía que no hacia falta trabajar mucho para sobrevivir en el antiguo Colegiales, este dicho molestaba a los oriundos de la región, no por la falsedad de la proclama sino más bien en defensa del patrimonio del poblado y sus beneficiarios. Verdad era que en Colegiales uno podía andar descalzo el día entero, los niños los hacían hasta los quince años o hasta que les calce algún zapato antiguo de su padre, tío o familiar cercano, algunos hombres no se calzaban jamás y podían pasar toda una vida descalzos deambulando por los aledaños. También se decía que no había mucho problema para conseguir alimento, la caza para el autoconsumo estaba permitida, y no estaba mal visto carnear animal ajeno siempre y cuando sea para satisfacer el hambre de uno, si el animal carneado era de un tamaño mayor el carnero debía asar sus carnes en una esquina y ofrecer menudas porciones de animal asado a quien pase por allí, tampoco estaba mal visto pedir un plato de comida tocando amablemente la puerta de una casa.
Estas costumbres se mantuvieron por mucho tiempo hasta que el rumor de la sana y solidaria vagancia el Colegiales antiguo domino y oscureció las tardes, comenzaron a venir personas de muchos lugares a descalzarse y a comer asados en la esquinas de la zona, los Sanguinarios hervían en sus sangre ante el hecho y los debates en la pulpería eran cada vez mas subidos de tono.
Zamel, el turco reaccionario propuso las brigadas rojas, mostró un plan que el mismo había diseñado en un gran libro rojo y prometía con ademanes que en quince días eliminaría a los vagabundos que silban blues y comen asado a orillas del tren. Osvaldo el Sanguinario lo escuchaba atentamente pero tenía otros planes y con su pulgar abajo hizo sentar al fiel colaborador. Zamel no gusto de esa desautorización. Mirando de reojo se sentó y bebió un trago de amarga cerveza.
Osvaldo en una oración definió la sesión, propuso esperar y tratarlos bien, hacerlos sentir parte del bienamado Colegiales,
-¡Les daré cerveza fría y barata, fiare algunos envases también, yo verán cuantos beneficios traerá a nuestras arcas, pero desde hoy en adelante mis compañeros, ustedes deberán trabajar de sol a sol, será un nuevo Colegiales!
La gente se alboroto, Osvaldo luego de disertar saco el facón de su cinto y dio por acabada la velada, hubo desmanes a la salida y Zamel dejo de confiar en su jefe, volvió a su casa con las manos en los bolsillos, escuchaba ese maldito blues y pensaba, pensaba con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos…

lunes, 7 de julio de 2008

Antartida roja

El banquete era inaudito. Comparable al miedo que surge de la nada y nos deja los pelos de punta. Sin casi parar para respirar, desgarraban la carne de una vaca. Sobre lo que un tiempo mas tarde seria la avenida "El Cano". La sangre manchaba la calle/pradera. El que luego seria reconocido como "El metafisico", no compartia lo que tenia con su hermano, su hermano mayor, que ni imaginaba lo que no podia ver: los semaforos de la avenida "como cristales y pajaros que reflejan la corporidad de una gota roja sobre el diario de algun dia que todavia no vendria a buscar al metafisico..." Todo era una abstraccion, una proyeccion, una transicion de lo que hoy conocemos como "Cosmovisiones", pero que no hace mas que metaforizar el paso del tiempo entre el reinado de "el sanguinario" y la breve aparicion del "metafisico" sobre el lomo de una ballena, en la ancha inmensidad de la meseta árida de plena calle corrientes o en lo rojo de la Antartida. Lo Barroco no tenia lugar, lo atroz destruia lo abstraido: lo "metafisico". El banquete era inaudito, Platon lo sabia bien, y el quiosquero era de leer mas a los filosofos que el rioplatense.

jueves, 3 de julio de 2008

El metafísico

El primer encuentro fue en el barrio de Colegiales.

"Buenas noches, una cerveza fria y unos Jockey suaves..."

El quiosquero levantó apenas la mirada del diario.
"¿Tenés envase?" respondió.

"No, pero voy a tomarla aca a la plaza esta mugrienta de acá a la vuelta y se lo traigo"

El kiosquero se sobresaltó: con una mano corrió el diario y con la otra agarró un cuchillo que tenía abajo del mostrador y que rara vez usaba para cortar el pan de algún pancho.
"¡No te voy a permitir que hables así!" le gritó, y en el momento en que iba a acercar el cuchillo a la cara del joven, entraron dos monos para interrumpir la escena.

"¿Que haces con ese cuchillo en el aire Osvaldo?" dijo uno de ellos.

"Estaba por destripar a alguien, hasta que entraron ustedes"

"¿A quien?" dijo el segundo mono, que estaba un poco mas asustado y mantenía cierta distancia con respecto al "sanguinario" quiosquero.

¿"Como a quien? Al tipo ese que anda por ahi, que camina por la cortada de Zárraga, el que escupe en la fuente de las Ballenas de la Plaza. ¿No lo conocen?... El que viene a joderme todas las noches, recien estaba aca parado, aca parado como si nada, pidiendome una cerveza con esa tonada de Uruguayo que da miedo..."

(Basado en una historia real, ocurrida entre las 11pm de algún dia Lunes y la 1am del Martes siguiente)

lunes, 30 de junio de 2008

¡monos, ballenas y elefantes uníos!

Lunes, siempre es lunes en el barrio de colegiales, lunes desierto, el último de junio, en lo único que se puede pensar a la medianoche es una bolsa de agua caliente para calentar el lecho. Lu- nes, L-u-n-e-s, que estupidez, Ju-nio, Ju - n-io, otra estupidez, hace frio, hay niebla eso es lo único que es verdad, lo único que se ve, se percibe y se combate, desde las camas a la luz de los televisores, televisores, que estupidez, taparse mucho que hace mucho frió, en cinco horas la cafetera sabe que se tiene que levantar. Lunes – Junio – Televisor – Rosivelet – Oinuj – Senul.
La espada Zarraga caerá sobre sus hombros, la asociación necesita sangre nueva,
¡Atacad Gladiadores del Tiempo!

· poesia panfletaria en favor del partido mono sobre la guerrilla en el barrio de Colegiales durante la transicion de los reinados de Osvaldo el sanguinario y Uruguayo el metafisico
· - Fuente : Archivo personal del Doctor Francisco Santoro

domingo, 22 de junio de 2008

Uno, dos, tres... (ruido)

Una noche lo decidieron, y a la noche siguiente lo hicieron: Todas y cada una de las oficinas de Buenos Aires debían quedar vacías. Sin timbres, sin escritorios, sin sillas, sin papeles, sin teléfonos, pero por sobre todas las cosas sin personas. Subieron a sus autos y empezaron a andar: una noche, dos noches, tres noches. Las oficinas ya habían quedado vacías, pero olvidaron desconectar un teléfono. Solo un teléfono. Comenzó a sonar, una noche, dos noches, tres noches, y las paredes no pudieron soportarlo. Empezar a resquebrajarse, luego el techo, los pisos empezaron a apilarse unos sobre otros, hasta que finalmente todas las oficinas se derrumbaron y cayeron sobre las plazas de la ciudad. Las flores se vieron invadidas por los escombros, los juegos para niños, destruidos, sangraron su dolor en caños doblados y despintados. Ninguno de aquellos que habían decidido dejar atrás sus oficinas se enteró jamás de esto. Continuaron andando en sus autos. Una noche, dos noches, tres noches…

miércoles, 11 de junio de 2008

El desierto

La realidad son cajas. Son en realidad distintas valijas que se abren y se cierran indistintamente a lo largo del tiempo. Son valijas que dejan caer arena por entre sus cierres mal cocidos, por sus vertices de tela vieja y a rombos escoceces (rojos, negros y verdes). Son nada mas que eso: valijas. Se abren cada tanto, y al abrirse puede verse el interior: El mundo, como una pequeña maqueta. Sus barcos, sus rios, las montañas (si es que las hay), las personas, las rutas, las calles, los semaforos...rojo, amarillo, verde (un hombre cruza en verde, es atropellado, continua su vida en otra valija, en una valija distinta, que puede estar cerrada o puede estar abierta, es indistinto).

Alejandra lo recuerda cada tanto, aquellas charlas por telefono, o caminando hasta la parada del 113.

Los aviones son la única forma de viajar de una valija a otra (si es que ambas estan abiertas). Desde una torre de control, mientras come bizcochitos de grasa y toma mate, una viejo operario controla todas las valijas y sus dueños que caminan por el desierto dia y noche. Cada tanto se detienen y algunos de ellos abren las valijas para buscar un pañuelo y secarse la frente, o sacan una botellita de colonia y se humedecen el cuello y parte de la espalda. Estas pausas suceden cada vez con mayor frecuencia y son el resultado del envejecimiento de los dueños de las valijas (este proceso de envejecimiento de los dueños, dentro de las valijas, se conoce con el nombre de "tiempo"). Es durante esas pausas que el operario de la torre anota en un cuaderno cuales son las valijas abiertas, y da la orden a los aviones para que vuelen de una valija a otra. Muchas veces las valijas se cierran antes de que los aviones lleguen a destino y estos quedan volando por el desierto, hasta que la nafta se acaba y se estrellan contra la arena caliente. Asi se explican los grandes cambios de la historia: La revolución Bolchevique, el Renacimiento, el descubrimiento de America, alguien que encuentra al "amor de su vida", etc, etc, etc. Todos son simples abrir y cerrar de valijas, aviones que despegan y no llegan a destino. El resto es lo de siempre. La vida es adentro de las valijas, de las valijas que viajan en la mano de alguien que camina errante por el desierto, que frena cada tanto a buscar un pañuelo o a ponerse colonia, que se queja de que le duelen las rodillas o el codo del brazo con el que carga la valija. Lo de siempre Alejandra: Despertarse, caminar hasta el colectivo, ir a trabajar, comer, bañarse, tomar un café con un amigo, leer un libro de Horacio Quiroga, tocar el piano y esperar a morir algún dia, adentro de alguna de todas las valijas, indistintamente de cual sea.

domingo, 1 de junio de 2008

Avenida Sinclair

La avenida Sinclair se pierde en polvo por el paso de los camiones y colectivos, con la primer resolana del día el polvo muta en nubes naranjas y rosas, los chicos caminan hacia la escuela encapuchados y muertos de sueño. Alguien con frió, a la espera del colectivo prende un cigarro, este llega al instante y el cigarro encendido termina en el suelo, el colectivo sigue su marcha dejando una estela de gasoil y un oportunista levanta el cigarro. La avenida Sinclair oscila entre la constante renovación y la eternidad e inmutabilidad de sus personajes que habitan las calles adelañias. La pura imagen y el café con leche y tres medialunas, estruendos de camiones sobre los cráteres de la avenida y el ritmo que empieza a acelerar, los chicos ya entraron a clases y la hora de hacer de hacer los mandados se desarrolla con calma en la verdulería, se venden cd’s y dvd’s al costad del árbol mas raquítico y quijotesco alguna vez visto.
El observador se levanto y camino unas cuadras por la suspirada avenida y luego doblo por una calle de tierra, con las manos en los bolsillos de la campera se perdió en entre el caserío y algunos perros que le chumbaban. Después vendría el mediodía y nuestro observador no estaría allí para contarlo, lo espera la tarde en algún otro paraje o lo sorprenderá en su morada, pensativo y cabizbajo, deseando que la noche abrase sus reclamos de incrédula existencia.
Efectivamente en una pieza medio habitación y medio depósito, detrás de un almacén, entre cajones de cerveza y cajas de galletas lo encontró la noche. Entraba luz por una pequeña ventana, de la que recostado en la cama solo podía ver cielo, esa noche más helada que nunca. Las estrellas congeladas y el vidrio de la ventana comenzaba a empañarse. El humo del cigarro le deformaba la cara y así pretendía seguir toda la noche, cigarrillo tras cigarrillo en compañía de un silencio en forma de vals campero o música de río en su cabeza. Se dormiría, y bajaría en bote con la tarde, remando tranquilo con la corriente de su lado, podría dejar los remos si quisiera y andar al ritmo del agua, llegar a donde le pareciera pasar la noche, amarrar en algún muelle amigo y tirarse a dormir en la orilla, noche abierta y un calor que parece febrero, cerrar los ojos y sentir la música del rioy el balanceo de las ramas bailando con el viento, una mujer podría aparecer desde el monte a sus espaldas, cantando, con los ojos negros y el pelo noche hasta la cintura, descalza se acerca, lenta, se sienta su lado y besa su frente, el agasajado intenta despertar pero resulta imposible, cantando;
Sobre la costa del río una paloma muy blanca
Detuvo su largo vuela de brisa cielo y distancio
El río desde su cauce le dio a beber de sus aguas
Estrechándole en abrazos la blancura de sus aguas
La paloma dijo al río que su vuelo continuaba
Abrió sus alas al viento y se alejo por la playa
Fue tan fugas esa dicha que pensando en tu distancia
Soy el rió que te añora y tú la paloma blanca.

martes, 27 de mayo de 2008

Aceptación

Irremediable destrucción de lo inmodificable: Destrucción.

-"Where are you going?" preguntó.
-"Disculpe, no hablo alemán...pero de casualidad ¿No tiene fuego?" respondí.

No es suficiente pensar en lo irremediable, en lo que no tiene solución, en lo que es de una forma y no podrá (jamás) ser de otra.

-"Modifico los accidentes... ¡¡¡no la esencia!!! ¡¡¡los accidentes!!! ¡¡La esencia se modifica en Sartre, no en Santo Tomás!! Anoten alumnos...y rápido, que tenemos que pasar a otro tema y la clase de hoy es corta."

-"No anduve leyendo mucho últimamente. El libro de Gorostiza nomás."
-"¿De que trata?"
-"De la dictadura de Uriburu, de un fusilamiento, de una historia de amor, de un barrio porteño en aquella época. Una mierda."
-"Mi hermano me dijo que le gustó, por eso te lo regaló."
-"Tu hermano es un pelotudo."
-"Bueno, lo que vos digas amor, te llamo otro día que tengo un montón de cosas para hacer todavía..."

Irremediable es una palabra demasiado fuerte para alguien que cree en el paso del tiempo. Inmodificable debería tener alguna salvedad, algún asterisco que nos permita ir hasta el pie de la página de nuestro libro y leer algo así como "El rumbo de lo inmodificable queda sujeto al libre albedrío de cada individuo." La destrucción de lo que creemos eterno debería darnos una posibilidad de evitarla.

jueves, 22 de mayo de 2008

Oscuridad / Contraflor/ Flor por dentro

Oscuridad.
Realmente oscuridad, pero sobre su cráneo una lamparita incandescente.
- Vamos coronel, vamos que empiezan los tangos.
Inmutable, cabizbajo, solo. Realmente solo.Un cuerpo pálido, magro y despojado de ambiciones sobre la eternidad de la oscuridad que jamás será luz u otra forma de expresión.
Los gritos sordos solamente desgarran gargantas, no se propaga en el ambiente la onda sonora, no escucha y tampoco ve, la destrucción y la ira se presentan en cosas tan simples como la indeferencia, los vidrios blindados y los zoológicos, el perro embalsamado de la fragata Sarmiento y tal vez un recuerdo de la infancia que nos deje el agridulce sabor de la remota felicidad.
Ver, no participar, no hay invitación.No pasa el tiempo, las células no se descomponen, sucede nada.
Giran las miradas sobre el cuerpo y el verdadero agujero negro que lo rodea, intentan deglutirlo o almacenarlo en la retina, para saber mas. Solo por si en algún momento desaparecen sus miserables glúteos o sus profundísimas ojeras.
Sigue estable el dulce Rocinante, allí esta, para que lo traguen y después intenten vomitarlo sin saber que sera imposible deshacerse de el.
No desaparece, vomitan infinitamente

jueves, 15 de mayo de 2008

Flor amarilla

Parado con la puerta de vidrio a sus espaldas. Admira la inmensidad de Enero y las plantas de su invernadero. No utiliza los nombres que aparecen en los libros de jardineria. Prefiere llamar a las plantas con seudonimos. Los colores de algunas hierbas lo perturban. La caída del tiempo en hojas secas lo hace pensar: piensa en seguir las mañanas con un calendario, tachando los dias con un marcador rojo. El viento muere en la puerta, del lado de afuera, del lado que conversa con el frente de la casa y el jardín de las estatuas.
Ahora (que es en realidad varios minutos despues de haber entrado al invernadero) un ruido lo distrae. Una gota golpea el techo del invernadero. El naranja del atardecer de Enero se despide, apurado por un frente de nubes grisaceas que avanzan hacia el sur. Don Cornelio cierra con firmeza la puerta del invernadero y se refugia entre las plantas. Hay de todas las formas y colores. La lluvia le gusta, le hace recordar las tardes de su adolescenia en el Botanico de Buenos Aires con Silvia. Le hace recordar las manos de Silvia cortando alguna planta y metiendosela en el bolsillo. Le hace recordar los peces carpa de la fuente. Se acuerda tambien del departamento que el padre de Silvia utilizaba como taller: el 1er piso que daba a Las Heras, a pocas cuadras del Botanico. Se acuerda ahora (que en realidad es varios minutos despues de que la lluvia empañe las paredes del invernadero) de aquella vez que esperando el 59 en Las Heras, la lluvia los sorprendiera y Silvia lo invitara a subir al departamento. Se acuerda de sus manos en la espalda, en los pechos de Silvia, entre sus piernas. Besos y fuertes respiraciones. Cuerpos mojados y desnudos que se acuestan sobre un sillón lleno de bocetos y pinturas. Un ruido lo trae nuevamente al invernadero. La puerta esta abierta. Un frio indescriptible le recorre el cuerpo: junto a la puerta ve dos monos, y casi sin querer hacerlo, mira un poco mas lejos y ve un elefante que se acerca a una de las estatuas del jardín.

sábado, 10 de mayo de 2008

Cubiculo 745-b

Se tocan sus incomodas partes, las ballenas blancas habitan lo mas profundo del ser, eso escriben los analistas preocupados por la mar caspia y castaña desterrada de convicciones propias.
- Cállate hijo de puta, cállate la boca. Mírame fijo - y lo miraba - cagon, ¿ya te measte?
Lo escupieron, lo lloraron, lo lamieron los gatos del botánico.
Se mira en todos los parabrisas, solo allí ve las nubes y los cielos.
-Capicúa
“Gran Convocatoria Gran: Obra benéfica del Señor Parodi y su mujer Doña Teresita Azucena de Azcuenaga regalara agendas para sordomudos el martes siete de junio a las 18 hs en el cruce de las avenidas 107 y Sinclair.
- 35, 36, 36, ¿nadie con el 36?, 37, 37,37 ¿en que le puedo atender?
- ¿Estos son los últimos bebes que le quedaron? a ver… ¿medio negritos no?
- Todos correntinitos, ¿vio? ¿Va a querer uno?
Una moneda de diez centavos, un boleto, tres colillas y medio cigarrillo, se ofrecen señoritas y efectivo al instante.
Aquí no paso nada, mientras me arrastro con las manos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Medianoche

"¿Quien puede andar a estas horas por la vía del tren?"
Sentado en mi habitación escucho la bocina de un tren.
Son las 0:18am... "¿Quien puede andar a estas horas por la vía del tren?"

Algun coyote, algun extraño "ser", alguien con un libro de Sartre en el bolsillo de un sobretodo azul.

(...)Aledanas calles en donde las voces y las miradas de oscuros y nocturnos testigos se detienen o se desvian (dependiendo el caso) hacia la distancia próxima de la vía del tren.(...)

"De seguro no hay nadie en el anden" reflexiona alguien en voz baja, y remata: "¿Quien puede andar a estas horas por la vía del tren?"

"No te preocupes querida, todavía se reflejan (a contraluz) en la superficie del agua algunas hojas secas que fueron arrojadas por el viento" dice una señora de uñas largas y rojas. Luego corta el telefono y se dispone a retomar la novela. Al hacerlo piensa en voz alta: "La semana que viene voy a viajar a la ciudad."

jueves, 17 de abril de 2008

Desertores del Opio

Viajamos en un tren. Por la ventana se suceden imagenes. Causan estupor a los demás pasajeros. No a nosotros: Eternos e inconscientes desertores del Opio. Si decíamos que había nieve, había nieve. Si decíamos que había un paisaje rural: las vacas y los pastizales largando humo. Si decíamos un paisaje urbano: La estación 3 de Febrero del ramal Mitre/José León Suarez. Si deciamos Nueva York, podíamos recordar a Andy Warhol con sus caballos y sus mujeres desnudas, podíamos recordar epocas de "Sticky Fingers" de "The Rolling Stones". Pero los días de Nueva York habían pasado (esto los demás pasajeros no lo sabían ni lo habían vivido).
La sensación era como de estar caminando sobre hielo muy fino, como si en cualquier momento algo pudiera quebrarse. El paisaje urbano era el que mas nos gustaba, y el que levantaba menos sospechas entre los demas pasajeros.
Nos hubiera gustado que "el chancho" trajera música o noticias de alguna descolonización. Pero solo se paseaba por los vagones, pidiendo boletos y babeando de rabia ante aquellos que lo arrugaban antes de darselo (algunos lo hacían a proposito, otros simplemente no se daban cuenta).
Uno de nosotros decidió no desertar. Podemos recordar aún su nombre, aunque ya nadie lo pronuncia, (estuvo junto a su cara en la televisión durante meses). Los demás pasajeros tambien lo recuerdan, aunque tampoco lo mencionan para no ofendernos ni hacernos enojar.
Entre nosotros no existe la plata, mucho menos el oro. No existen ni las monedas ni los billetes. No los necesitamos. Nosotros no pagamos boletos, nosotros no hacemos rabiar al "chancho". Nosotros proponemos y disponemos. Si decimos nieve: nieve en blancos copos helados cayendo del cielo. Aquí no hay dios ni amo. Aqui no hay anarquías de ningun tipo: "El chancho" pide boletos, nosotros agregamos los paisajes, los pasajeros viajan en silencio hacia sus trabajos, leen el diario, fuman en el andén, hablan por celular y muy rara vez miran por la ventana.
Hablamos mucho entre nosotros últimamente. Recordamos viejas epocas: recordamos la plazita de "Zárraga", recordamos las cervezas en el kiosco de "Osvaldo", recordamos las "Ballenas Blancas", recordamos a Warhol, recordamos a Eugenio que decidió no desertar, etc, etc, etc.

jueves, 3 de abril de 2008

Hormigas

Estoy sentado en el andén de una estación. No puedo decirles el nombre. Nisiquiera yo lo se. ¿La razón? Estoy ciego. Sólo se que un amigo que trabaja para la empresa que administra los trenes de esta ciudad me sentó un dia en este banco del andén y me dijo que esperara a que alguien llegara a buscarme. No se si fue una broma o si lo hizo para que me sintiera menos solo, pero me dejó un reloj de arena, del cual no puedo sacar ningun provecho mas que el de su esteril compañia.
Ya han pasado semanas y nadie se acerca. Estoy seguro de que nadie, ni una persona, nisiquiera un tren vacío han pasado por esta estación. Lo hubiera escuchado. Soy muy bueno para escuchar, no solo para oír, como la mayoria de las personas, tambien soy muy bueno para escuchar.
Me gustaría que mi amigo venga a visitarme. Me gustaría mostrarle mi risa. Estuve ensayando una risa bastante irritante, pero muy sincera, como la mayoria de las risas irritantes, de esas que se hacen con toda la boca abierta y tirando la cabeza hacia atrás. En realidad me gustaría que venga alguien, cualquier persona a oirla.
No oigo nada, solo ruido de agua, y de vez en cuando una lluvia estrepitosa, pero solo de noche. De día solo escucho agua correr, como si muy cerca de donde estoy sentado hubiera una canilla abierta, el deposito de un inodoro en mal estado o un mar (pero no la costa, sino mar abierto, con un oleaje manso e inmenso).
Es dificil explicar la ceguera. Sobre todo mi ceguera, que no es una ceguera común. No es como la ceguera negra ni como el baño de leche de la ceguera de Saramago. La mia es una ceguera especial. Me dijo, mi amigo que trabaja en la boletería del tren y gusta de leer Kafka, que lo que yo describo de mi ceguera es parecido a lo que las personas videntes pueden disfrutar cuando finaliza la programación de cualquier canal de aire: una interminable lucha de hormigas blancas y hormigas negras, todas contra todas y a gran velocidad. Así es mi ceguera. Eso es lo que veo todos los dias, sentado en este anden, esperando que alguien llegue para escuchar mi risa. Ahora la ensayo, apoyo el reloj de arena en el banco para no estropearlo y ensayo mi risa. Abro la boca hasta que los labios se me estiran tanto que me producen un leve dolor, muestro mis dientes, tiro la cabeza torpemente hacia atras. Repito la secuencia durante varios minutos, intentando buscar la mejor risa, la risa que mostraré al primer visitante que tenga, sea mi amigo o sea cualquier otra persona. Ahora la lluvia, los relampagos, "debe ser de noche" pienso en voz alta como si alguien pudiera oirme. Agarro el reloj y vuelvo a ensayar la risa, cada vez mas fuerte, cada vez intento que sea mas y mas irritante. Me quedo dormido.
El calor del sol me despierta, vuelvo a escuchar el agua, ahora siento que me rodea. Agua por todas partes. Puedo sentir una presencia. Me preparo para mostrar la risa que he ensayado durante semanas. La presencia que sentía se vuelve un sonido, el sonido de unos zapatos mojados que caminan por la vía del tren. Apoyo el reloj en el banco del andén y me preparo para reirme.

miércoles, 2 de abril de 2008

Capitulo 38

Estaba seguro de que era la noche mas fría del año, no podía ser de otra forma. Decidí dejar de esperar de el colectivo y emprendí la vuelta caminando. La campera que llevaba puesta era una campera que sin duda había cambiado mi vida, los abrigos dicen mucho de las personas, y este era perfecto para mí. Me sentía capaz de caminar infinitas cuadras si me lo proponía, podría llegar a donde quisiese, caminando, solo, sin hablar, sin fumar, sin pensar. A esta altura ya estaba cruzando por debajo del puente que corta la avenida Córdoba a la altura de Juan. B Justo, por primera vez no leí la frase que tiene escrita en su borde o baranda, la barrera estaba baja y decidí esperar aunque no haya ningún tren a la vista, ningún auto me acompaña en la espera, el sonido, una luz roja que titila de circulo en circulo dentro de un mayor circulo color negro, el campaneo de las luces coloradas y la desesperación sonora de que no escuchar un tren.
No me inquiete para nada y comencé a leer carteles de viejos candidatos a elecciones pasadas, luego de eso sentí que la vía me invitaba a transitarla de un modo amistoso, note cierta ambigüedad y eso me inmovilizo, minutos mas tarde mientras intentaba hilvanar una decisión me encontré caminando a su costado, por las piedras. Cierto sentimiento de inconciencia me alegraba, me alegraba haber decidido no subirme a un colectivo, me invadía la adrenalina de ver ciertos parajes de la ciudad desde donde jamás los pude contemplar, el sonido de aviso de un próximo tren era constante y el tren no aparecía, no aparecía, tal vez me hubiera inquietado hace unos minutos pero ya no, ahora cruzaba el paso a nivel de la calle Paraguay, lo cruzaba por la vía, sobre el puente, veía los corralones de materiales totalmente deshabitados y tras ellos los lujosos edificios de la calle libertador se levantaban corruptamente inocentes, el viejo arroyo Maldonado pensé por un momento y me senté sobre un durmiente. La campana, esa estupida campana aturdía y profundamente empecé a creer que no pasaría ningún tren por esta vía, no tendría nada que hacer un tren por esta vía, no había nada para el, nada que podamos compartir excepto mi cuerpo, eso seria algo sencillo de deglutir para sus bigotes de aleación de titanio.
Camino derecho, y espero encontrar la próxima estación, comienza a clarear pero con el amanecer aparecen tres enfurruñadas nubes que asoman desde el río, empieza a llover de una manera catastrófica, la temperatura sube unos grados y me pongo la capucha, no se ve a un metro de distancia pero sigo caminando, rápidamente comienzo a pisar sobre centímetros de agua, el campaneo constante ahora es débil en comparación al sonido de las gotas enormes que caen sobre mi campera que hace un tiempo no es impermeable, sigo sin ver nada mas allá de un metro y medio, sigo caminando así por mas de una hora con la hermosa sensación de tener las zapatillas totalmente inundadas, de estar totalmente vencido por la lluvia y de seguir caminando, en ese instante pasa un locomotora en la misma dirección a la que me dirijo, el ruido es infernal, oigo que desde arriba alguien me grita algo y diviso un brazo haciendo una seña con aires desesperados.
Ahí nomás me quede, extasiado y agitadísimo, la lluvia comenzó a calmarse y eso podía ser terrible ya que no sabia con que me iba a encontrar a mi alrededor, sabia que estaba todavía sobre las vías de un tren, sabia que era inevitable que salga el sol, que estaríamos cerca del mediodía y no sabia nada mas.
Todo es claro ahora, mi ropa apesta a humedad y a las dos costados de la vía agua, nada mas que agua, la vía sigue y mas lejos se ve tierra emulando costa, emprendo mi camino y logro ver un pequeño edificio, a esta hora el sol hierve el agua y mi cuerpo comienza a pesarme mucho, el edificio parece muy lejano, pero sigo mi marcha lenta y constante, es una estación y veo a alguien sentado sobre el anden.
Al llegar a la estación, observo al hombre que esta todavía sentado sobre el anden y lo saludo, subo al anden y el hombre comienza a despedir una marea de risas agobiantes y perturbadoras. Sobre el mismo indicando el nombre de la estación, hay un cartel que dice:
“Tres ballenas blancas”.

martes, 25 de marzo de 2008

Tiburón Blanco

Estoy tirado boca arriba, desnudo, estoy teniendo un sueño lucido.
Sueño que estoy despierto y que ella entra y ya no tengo miedo. Lo sueño dos veces. Vuelvo a "despertarme" y me doy cuenta de que sigo dormido.
La habitación. La puerta está cerrada. Escucho su voz.
La oigo entrar por la puerta. Le hablo, ella me pregunta si le hable (esta asustada de creer que escuchó mi voz y que yo no le habia hablado). Yo le hablé... claramente no era un sueño, yo le hablé. Pero ahora dudo. Siento que me acaricia el tobillo (pero es solamente el deja-vú de ese sentimiento). Necesito que me acaricie el tobillo para darme cuenta de que no estoy "despierto" en el sueño, sino que estoy realmente despierto. Eso nunca pasa, creí que estaba ahi, creí que me tocaba, pero eso nunca pasa.

Quieren distraerme. Hay cosas fundamentales que no puedo recordar. Hoy por la tarde...Pasaron cosas que revelan algo que ahora no puedo recordar. Fue la "lucidez", fue en aquel semaforo. No puedo acordarme. Ahora mandan una mosca, negra y grande, de esas que hacen mucho ruido cuando vuelan. ¿Por qué quisiera una mosca estar cerca mío? El semaforo... No me puedo acordar...fueron dos cosas, el semaforo y otra cosa. No me puedo acordar.

Sigo respirando, boca arriba, en la cama. Desnudo. Veo la puerta, suena el telefono que hay al lado de la cama. Escucho las dos campanitas, la normal y la mas silenciosa. Uno nunca escucha las dos cuando sueña un telefono.

La mosca se apoya contra el vidrio, hace silencio. Tomo un trago de whisky. Me levanto e interrumpo lo que escribo. La mosca hace ruido nuevamente. Voy a salir de la casa a preguntarle si sonó el telefono mientras yo dormía hoy a la tarde. Volví al papel. La respuesta es "no".
Dentro de aquel "sueño despierto", había, hay o hubo (me es imposible ubicarlo de forma "espacio-temporal") otro sub-sueño.
¿Por qué vuela tan cerca esta mosca?

En el sueño volvia a aparecer la pelota de fútbol que habia perdido hace tiempo. Yo nadaba en la pileta, Ignacio Santoro (un amigo mío) tocaba temas con una guitarra, eran clarisimos, eran temas que habíaos inventado con el "Ruso" (otro amigo). Despuées entró a la pileta completamnete vestido. Vestido igual que en una foto. Con zapatillas, jeans y su campera de esquimal. Nos reímos de la situación. La otra gente que está al rededor de la mesa junto a la pileta no entiende, pero nosotros seguimos riendonos.

Ella se acerca ahora. Se acuesta en el sillón que está frente a mi. Quieren distraerme, lo sé. Ahora esta ella, ya no la mosca. Le tiro un beso. Su presencia me inspira. ¿A dónde fue la mosca que tan insistentemente volaba sobre mi cabeza? Sigo escribiendo, frenético. Ya quiero frenar, tomar otro trago de whisky. Lo estám logrando, están logrando distraerme. Quiero ir a acostarme con ella en el sillón (cerró sus hojos). "Termino de contarle del sueño y me acuesto con ella" pienso, "le leo esto y me quedo en el sillón."

En el sueño despierto que soñé mientras dormía, hoy a la tarde, antes de escribir esto, tuve una pesadilla. En la pesadilla veía la puerta de la habitación en la que dormía.

Un reflejo sobre la mesa intenta distrarme mientras sigo escribiendo.

Me dí cuenta de que este lugar era mi pesadilla en otra vida. En una vida que no era "mi vida" de ahora. No era mi vida en la cual desperté y pudieron distraerme de esa lucidez a la que llegué.

Siguen esforzandose por distraerme con la televisión, con el whisky, con ella, con la mosca. ¿A dónde fue la mosca? Que casualidad, desapareció justo cuando ella llegó y se acostó en el sillón.
No quiero escribir más, no quiero pensar más. Lo lograron, me voy al sillón con este block de hojas escritas y el vaso de whisky.

jueves, 20 de marzo de 2008

Ballenas

La meseta árida de plena calle corrientes. En sus lomos. sequías por las cuales entierranse margaritas. la madrugada absorbe la humedad necesaria para rociar los pastos de los jardines. Esclavización en todas sus representaciones. Dejando absoluta libertad a cualquier tipo de vida que habite sobre el suelo bajo ellos. Huevos fritos y personas achauchadas pasadas por agua sobre le deseo de investigar cuerpos ajenos. Al agua de vuelta, a ver borroso.
Hipocampo pulguisida destello de amores inocuos, aprovechadores de la categoría "espacio -tiempo. Separación de las pupilas escenarias sobre la risa especulativa. Camellos liberados en lengua austriaca.

martes, 18 de marzo de 2008

Madrid 6pm

Despues de salir del museo "Reina Sofia" (a donde iba todos los dias a ver "El hombre invisible" de Dalí) fue hasta la Plaza Mayor.
Ahora escribe sentado de espaldas al sol (a lo que queda del sol en Madrid a estas horas).
Escribe en su cuaderno: "El sol: Abstracto, irreal, onirico (elemento hermosamente lisergico, disfuncional, incomprensible)."

La Guerra de Irak se adueñaba hace semanas de las portadas de todos los diarios y de los noticieros de televisión.
Se acerca un joven argentino que está trabajando de mozo hace ya varios meses:
"Buenas tardes señor, ¿que le sirvo?"

"Un balón y una porción de pulpo a la gallega joven..." respondió sin levantar los ojos de su cuaderno Rivadavia rayado.
"Voy a tener que pedirle a Mario que me mande más de estos cuadernos, aca no los hacen tan buenos" pensó.

Llegó la cerveza y el pulpo, los miró de reojo y vió que habia ademas un platito con morcillas.
"Morcilla de Burgos señor, cortesía de la casa" dijo el joven argentino.
El hombre asintió sin mirarlo y continuó garabateando su cuaderno: dibujaba dragones, flores, escribía frases que le venían a la mente desde algún recondito lugar de su inconsciente.
Dió un trago largo a la cerveza. Apoyó el vaso con una mano, y con la otra agarró un pedazo de pulpo, para llevarselo a la boca y darse cuenta luego, de que habia manchado con tinta las hojas de su cuaderno, sus dragones, sus flores y sus frases.
Sonrió al darse cuenta de que un hombre que estaba leyendo una revista (que tenia a Bush en la tapa y una elefante rosa en la contratapa) habia sido testigo de la desafortunada situación.

Hora de almorzar

Tinta de pulpo sobre un Rivadavia azul rallado, tapa dura. Lo único que pudo hacer fue manchar la receta de su propia muerte. Mirando nostálgico su hogar desde el ventanal de la cocina ahora su tinta chorrea sobre la pileta de la mesada, su cabeza envuelta en papel de diario y unas manos gordísimas llenas de tinta vierten sus tentáculos en una cacerola que lo espera sabrosísima. Es un mediodía gris típico de julio, los vidrios con el hervor del agua se van empañando y una luz naranja se va acercando desde el horizonte.
No había salido de la cabina de capitán en toda la mañana, le daban pena los muchachos que estaban chupando frió en cubierta entonces agarraba su tasa de te caliente y le daba un trago que lo hacia transpirar. Ya no quedaba nada por hacer las redes estaban arriba y el bicherio estaba guardado, había sido una semana sin sobresaltos, una semana como todas las de trabajo, agua por todos lados, a veces más calma y otras más furiosa. Se empezaban a ver las luces del puerto y todos contentos, almorzarían todos con sus familias excepto algunos jóvenes que no tienen familia en la ciudad.
Llegan al puerto, algunas mujeres con niños esperan a sus hombres, el espera a que todos bajen desde la cabina, se baja la mercadería y no se trabaja más. En la garita de salida del puerto esta atada su bicicleta, intercambia algunas palabras con los guardias y emprende la marcha, media hora de pedalear contra el viento lo espera.
A los cincuenta metros se encuentra con Ernesto y su familia, no se detiene, levanta el brazo izquierdo y saluda. Sigue el camino de la playa.
El agua hierve y la cabeza envuelta en papel de diario ya esta en la basura, se perfuma la casa y solo hay que esperar unos minutos.
Con la bufanda y el gabán abiertos por el ejercicio se baja de la bicicleta cien metros antes de la casa para respirar tranquilo, llega contento pichuco y caminan juntos hasta la puerta de la cocina.
Hora de almorzar.

lunes, 17 de marzo de 2008

Radiografía de un cetáceo

La tinta chorreaba las hojas de un cuaderno. El escuadrón (que se reducía a una persona) viajaba en el Renault 12 sin pasar los 40 kilometros por hora.
Siddharta y Herman Hesse no entendian el olor a nafta que había debajo del asiento del auto. Una postal publicitaria que invitaba a escuchar "Buddha sounds (una experiencia electrosensorial)" se abrazaba a un rosario de plastico negro y rojo que mostraba con verguenza el escudo de "ñuls."
La Ruta 40 se hacía de ripio y el escuadrón se perdia en sus propios pensamientos:

"La cámara de fotos...tengo que arreglar la cámara de fotos que rompí en Costa Rica"

El ripio hacia imposible escuchar la radio que intentaba sintonizar algún bolero.
Al costado del camino "Don Segundo Sombra" saludaba como despidiendose para siempre, mientras sus hojas flameban al salir despedidas por la ventana abierta del Renault 12. Era cuestión de segundos para que el cuaderno lleno de tinta lo acompañara.

"Algún hotel, tengo que encontrar algún hotel..."

La noche calurosa hacia que el viaje fuera interminable. La unica compañia eran los carteles con publicidades que aparecian cada seis o siete kilometros.

"La cámara, el hotel, las ballenas blancas, el escuadrón... ¡este puto Renault 12!"
Los pensamientos eran, a esta altura del viaje, independientes y aparecían en su cabeza (dentro y fuera de ella) sin orden y sin aviso.

Llamandose a la reflexión, el único miembro de aquel escuadrón, decidió olvidar las ballenas blancas por un momento, y fue allí cuando sintió un fuerte dolor en el pecho, como si un infarto estuviera a punto de atacarlo. Decidió rezar a los monos y por las dudas rezó tambien a los elefantes del supermercado.
El dolor pasó, pero los recuerdos de la acropolis ateniense era tan nitidos, que llegó a pensar que nunca había dejado de pensar en las ballenas blancas. Luego de varios kilometros de pensar en bustos de filosofos, columnas talladas y ruinas en la montaña, el dolor volvió a tomarle el pecho, tanto que tuvo que apretarselo con ambas manos.

Perdió el control del Renault 12 y chocó estrepitosamente contra un cartel. Con sus últimas fuerzas intentó leerlo. Deseaba que dijera "Hotel" u "Hospital", pero solo alcanzó a leer: "Tilcara 12km" y una flecha que apuntaba hacia el norte.

"Debería haberme hecho la radiografía de tórax." Pensó mientras las lágrimas le cubrían la cara y lavaban la sangre.
La nafta que había debajo del asiento ayudó a que el fuego se esparciera mucho más rápido.

Los monos y los elefantes llegaron al amanecer.

domingo, 16 de marzo de 2008

El desembarco

El desembarco no había sido planeado. La triupulación bajó en silencio. Algunos se sentaron en la playa a mirar la luna reflejada en el agua. Otros caminaron por un camino sinuoso que llevaba hasta una iglesia. Entraron por la puerta principal. En la playa algunas estrellas fugaces acompañaban el reflejo de aquella luna amarilla en el agua. Los candelabros que alumbraban el rosotro de las estatuas de alguns santos aun ardían, como si alguien los hubiera encendido hace algunos instantes, pero la iglesia estaba completamente vacía. Algunas ballenas asomaban sus lomos cortando la superficie del agua, ondulando el reflejo de la luna. Los marineros observaban en silencio, algunas sonrisas de melancolía se dibujaban en sus rostros, pero nada mas, ni una mirada cruzada, ni una palabra. El primero de los hombres se arrodilló junto a uno de los bancos de madera que estaban en el pasillo central de la iglesia, el resto permaneció de pie y en silencio. La isla estaba abandonada. La noche era fria, muy fria, pero a la tripulación no parecia molestarle.

Ninguno de ellos volvió a subir al barco. Nunca cruzaron una mirada, nunca un gesto de aprobación hacia la decisión de un compañero, nunca mas un sonido, solamente el del fuego de los candelabros, iluminando el cuerpo de aquel hombre, que aun sigue arrodillado junto al banco de la iglesia. A veces la luna alumbra la playa. Todos los años, las ballenas vuelven para completar su recorrido hacia los helados mares del sur.

El barco sigue amarrado en el mismo lugar donde, ya diez años atras, los marineros del Almirante Brown hicieron su ultimo desembarco.

sábado, 15 de marzo de 2008

Pensamiento sobre la necesidad de un galeon.

…hijas de puta si las hubiera agarrado a tiempo, las hubiera echo mierda, venían todas las noches con monos en sus lomos, las podría haber asesinado a todas, ahora ya esta, me ganaron, me ganaron sus excéntricos cantos nocturnos, sus ruidosos apareamientos en el arroyo, me lastimaron sus frenéticos compañeros, tuve miedo, lo se, pero ¿quien no lo hubiera tenido? alguien puede juzgarme ? esos elefantes mordieron el agua helada yo lo se, pero esas ballenas esas ballenas se adaptaron a la pampa, no solamente se adaptaron sino que la dominan, la devoran.
Ballenas endorreicas, monos y elefantes mutilados, la pampa azul y sus gigantes grillos monosilábicos, extensos territorios de nada. Solo un galeón podría atravesarla verdaderamente, solo un galeón cruzaría la jauría de ballenas.
Sin el, no me atrevería a molestar a Hudson, no interrumpiría la opera del Chajá. La marea de cardos, la creo capaz de asesinar y al mismo tiempo de amar inmensamente sobre la brisa plana ilimitada, la penumbra del cuervo y los últimos rayos rosas, el fuego y el sabroso olor a animal asándose. En cubierta se discuten cosas importantes sobre constelaciones extremadamente australes, su estrecha relación con los decibelios del silencio en estos parajes y el comportamiento de ciertos animales, el ritmo de navegación es marcado por un bordoneo tacito que responde solamente al pulgar de un viento tan fuerte como un carro empujado por centenares de caballos.
Un galeón, es necesario un galeón.

martes, 4 de marzo de 2008

El rescate

"Los dos muchachos que venían de la capital intentaban dar cierto tipo de explicación a su llegada pero Don Cornelio no le prestaba atención, quedaba la duda de si no era capaz de prestar atención o si lo hacia por que realmente era muy astuto y sabia que no tenia que saber."

Don Cornelio durmió toda la mañana. Los muchachos esperaron en sus camas hasta que el dueño de casa despertó y abrió los candados de las puertas. Se reunieron en la galeria que daba al camino de ripio que unia la casa con la tranquera principal. Permanecieron varias horas los tres, sentados, mirando la nada, ni una palabra, ni un cruce de miradas, ni una explicacion a los candados, ni mucho menos a las estatuas del jardin.
A eso de las 6 de la tarde Don Cornelio se puso de pie, fue hasta la cocina y trajo un mate con un termo lleno de agua fria, unos bizcochos y un libro. Se puso a leer, paso el mate, todos tomaron y comieron. Al caer el sol, Don Cornelio se precipitó e insitió en que entraran a la casa. La noche cubrió los arboles de la galería para el momento en que Don Cornelio terminó de tapiar la ultima ventana. Luego se metió en la cocina y apareció al rato con una bandeja con carne al horno, unas papas y unas cuantas cebollas. No faltó la misma botella de vino (lo que quedaba de ella de la noche anterior) para que acompañara la cena y los cigarrillos de la sobremesa.

Don Cornelio rompió por fin el silencio. Adán interrumpió un perturbador pensamiento en el cual Catalina era la protagonista principal.

"¡Personal! ¡visceral! ¡sí..!!" exclamó Don Cornelio. "Tres dias esperamos el rescate, ¿pero sabe usted cuál es el tema? el tema es que necesitamos que vuelvan aquellos buques de antes, esos buques que aterrorizaban las noches frias de los mares del sur...Que vuelvan esos buques, esos barcos de guerra con sus bocinas sordidas, esas bocinas que muchos marineros confundian con ballenas...ballenas... (Don Cornelio se echó a reir), las ballenas conocen de la guerra, saben que no tienen que acercarse cuando el mar esta repleto de barcos con cañones, de portaviones...de torpedos."
Don Cornelio hablaba ante la mirada de los muchachos, comia con las manos el ultimo pedazo de carne de su cena mientras reía y gritaba barbaridades... "Esos putos ingleses". "Este odio tiene que venir de algún lado" reflexionó en voz alta. "¡¡Estos putos ingleses y la concha de su madre!!"

Eugenio lo miraba como esperando el momento para decirle lo que tenía que decirle...
Adán por su parte parecia haber retomado aquel recuerdo de Catalina y habia dejado su comida a un lado, como si el estomago se le hubiera cerrado.

Don Cornelio hizo silencio.

"Capitán..." le dijo Eugenio.

Don Cornelio escribia algo en una servilleta sin mirarlo.

"Comandante..." insistió Eugenio.

Don Cornelio le alcanzo la servilleta deslizandola sobre la mesa.

Eugenio la levantó y leyó en voz alta:
"¿Por que las condiciones objetivas no son suficientes para que se instaure un dialogo"? y abajo sin utilizar el pseudonimo de Don Cornelio, El Comandante Bonzo firmaba con su verdadero nombre y dejaba un último mensaje: "Me cago en las malvinas".

Eugenio dejó la servilleta sobre la mesa y miró a Adán que ahora se servía una copa de vino hasta el tope, lo bebía de un sorbo y se dirigía a su anfitrión con cara de pocos amigos:

"Es hora de irnos Comandante Bonzo, busque sus cosas y acompañenos por favor..."

lunes, 18 de febrero de 2008

Almirante Brown

Cantando, - sí, sí, sí, sí, sí, sí, el Almirante Brown .
Don Cornelio estaba ya senil, además de la edad, los ataques nocturnos lo están consumiendo de a poco.
- El Almirante Brown es pariente lejano mió, les mostrare una carta que le escribió a alguien de mi familia hace mucho… por acá debería estar, a ver vos… pibe, movete un poco que no me dejas ver, esta atrás de esos libros.
Se movieron los dos, esos libros que parecían enciclopedias estaban húmedos y llenos de hongos, se notaba que al dueño de casa le interesaba muy poco el saber enciclopédico.
Los dos muchachos que venían de la capital intentaban dar cierto tipo de explicación a su llegada pero Don Cornelio no le prestaba atención, quedaba la duda de si no era capaz de prestar atención o si lo hacia por que realmente era muy astuto y sabia que no tenia que saber.
Los dos muchachos guiados por su anfitrión se instalaron. Prefirieron estar en habitaciones separadas, uno eligió la habitación destinada a los criados (que ya no existen) situada detrás de la cocina y con vista interminable a la llanura y al restante le toco una habitación que seria difícil saber para que se utilizaba, solamente tenia una cama, nada mas que una cama y un ventanal que da hacia el jardín de las estatuas, estatuas extrañas para el huésped.
Adán se sentó al pie de la cama, no podía quitar la vista de esos animales esculpidos en medio de la nada y todo le resultaba muy extraño, Don Cornelio es un tipo muy raro y este lugar también, llamaron para la cena.
Don Cornelio había preparado spaghetti y el otro puso la mesa. Se sentaron y no se oyó palabra alguna excepto por algunas del dueño de casa que hablo sobre la historia de la estancia y no de lo que verdaderamente lo atormentaba, los fideos estaban bien y el vino también. Hubo una sobremesa por momentos incomoda pero en el olfato el silencio se disfrutaba. Hablar demasiado hubiera sido prematuro.
La mesa quedo sin levantar y Don Cornelio fue a sentarse al sillón que esta frente a la chimenea, espero que los otros se vayan a sus habitaciones y cerró la puerta con candado, al rato cuando creyó que estaban ya dormidos cerro con llave la cocina y también la otra habitación. Adán no lo sintió, estaba profundamente dormido. Eugenio escucho un ruido y fue hasta la cocina, intento abrir la puerta y se percato de que estaba cerrada, sin sobresaltarse se sentó en un banqueta y apoyando la espalda contra la pared fría prendió un cigarrillo.
Don Cornelio volvió al sillón y abrió un libro sonriiendo
- El Almirante Brown
El ritual se repetía cada noche

jueves, 31 de enero de 2008

Las cosas no son lo que parecen III

"De alguna forma extraña y por alguna razón inexplicable pudo verse a si mismo sumergido en ese sueño de cloroformo."

Pudo verse sentado en el umbral de una casa. El umbral se derretía lentamente y de sus paredes emergían liquidas arañas que le recordaban la cara de Adolf Hitler. Las arañas se escapaban y pasaban a su lado sin tocarlo. Sintió ganas de vomitar. Pero la onírica sensación desapareció en el instante en que la casa entera se vió derretida y en su lugar apareció la cara de Paul Eluard y a su lado una fugaz imagen en colores primarios, de Gala.
Intentó despertar del sueño de cloroformo, intentó volver al placard, pero el cielo de su sueño se tornó cubista y a sus pies pudo ver una canaste de pan, del cual suponía de no debía comer. No comió y como si su decisión de no comerlo hubiera incidido en la existencia del pan, aparecieron otros objetos: una sandía, una mano, una cara de una animal parecido a un pato, una papa pelada, una servilleta y un tintero con una pluma, aparecieron, como recompensandolo, dentro de la canasta.
Volvió a sentir las nauseas del cloroformo, pero no pudo despertar. Escuchó pasos que no pertenecían al sueño y le pareció imaginar que de la boca de un pez emergía un tigre, y de la boca del tigre, otro tigre, y que a su vez, todas las cosas del mundo provenían de las semillas de un fruto que no pudo reconocer. Los tigres lo aliviaron, y pensó que quizas pudieran matar con sus garras y dientes a aquellos hombre que le habían quitado su libertad, aquel día que salió de su casa a comprar cigarrillos y nunca más volvió.

-¿Cómo estará Catalina?

Despertó.

martes, 29 de enero de 2008

Las cosas no son lo que parecen II

Adán salio a comprar puchos y no volvió mas.
- claro que me acuerdo, 17 de Febrero de 1998. recién nos habíamos mudado a un departamento sobre Vidal casi esquina Roosevelt.
- La verdad no tengo idea, nunca entendí, solamente así de repente desapareció de nuestras vidas (...)
Catalina fumaba mientas relataba, yo me imagino esa pegajosa noche de febrero, estaba embarazada de seis meses cuando el se fue y todavía no habían pensado el nombre de la nena. Hoy Anita tiene diez años y la verdad es que tiene suerte de de tener a Juan, su papa desde hace ocho años.
- La verdad es que nose de que me estas hablando, yo estoy seguro de que esta vivo, y también se que andaba en algo un poco extraño, pero no se nada de lo que me decís, no conozco sobre el tema... Si era eléctrico un apasionado de la nada, en serio un tipo serio. Yo no se como explicártelo lo veía sufrir mucho por eso, no era feliz y a mi eso me dolía. Al verlo no sabia que hacer, le he tirado con cosas para que salga y vea gente pero no había caso, llegaba de trabajar y ahí terminaba el contacto con los demás, creo qué al final desconfiaba un poco de mi también, jamás me imagine que iba a pasar eso.

martes, 22 de enero de 2008

Las cosas no son lo que parecen

La pesadilla se volvía un sueño y viceversa.

Cayó de la cama, transpirado. Abrió los ojos al primer contacto de su cuerpo con la alfombra. Miró a su alrededor. Vió una habitación que no podía reconocer. Le pareció reconocer un perfume que había en el aire, pero no pudo reconocer la habitación.

El olor del perfume era bastante fuerte. Podía reconocer el olor, pero no podia descifrar a quien le recordaba...
Se levantó y se miró un moretón que le empezaba a crecer (producto de la caida). Caminó hasta una ventana. Al correr la cortina vió un bosque. No recordaba estar en un bosque, pero no le llamo la atención, ya que tampoco recordaba la habitación en la que habia despertado bruscamente.
El perfume le volvió a invadir la nariz, la boca. Tuvo nauseas, se sentó en una silla de madera que habia contra la pared. No podía recordar la huella mnémica que le traia aparejada aquel perfume.
Estuvo sentado en aquella silla durante horas. La mirada perdida, su mente esforzandose por recordar la conexión en su memoria con ese olor. De pronto, un ruido. Un motor que se acercaba, llegaba junto a la casa, se apagaba. Asomandose por un costado de la ventana, protegido por la cortina, pudo ver que de una vieja Ford 100 bajaban dos hombres. Uno de ellos, el que manejaba, llevaba un escopeta en su mano, el otro pelaba una manzana con un cuchillo, y se llevaba pedazos a la boca. El hombre que miraba desde el intrior de la casa, comenzó a temblar, corrió la cortina y corrió hasta la habitacion en donde habia despertado. Buscó desesperado un lugar para esconderse. Escuchó que una puerta se abria y se metió sin pensarlo dos veces dentro de un ropero que habia junto a la puerta de la habitacion. Al cerrar la puerta del ropero, escuchó una botella que se rompia y empezó a oler nuevamente el perfume que le habia traido las nauseas. Pudo reconocer el olor, inteso, penetrante, acido... "Cloroformo" pensó, antes de quedarse dormido.

Cayó de la cama, transpirado. Abrió los ojos al primer contacto de su cuerpo con la alfombra. Miró a su alrededor. Vió una habitación que no podía reconocer. Le pareció reconocer un perfume que había en el aire, pero no pudo reconocer la habitación.

viernes, 18 de enero de 2008

Cierto tipo de mono en La Paz

*Me sorprendi bastante pero rapidamente supe que era un mono y ese mono estaba recitando misa en Latin, con su Biblia apuntaba a la cruz de la Iglesia frente a la cual estaba arrodillado.
Era martes a la noche, y se lo veia feliz de poder dar misa a las unicas y verdaderas creyentes, unas microgotas de garua paceña que juraron incorruptibles y eternos votos de silencio.
Los utencillos de misa estaban cuidadosamente guardados en bolsas de residuos, se notaba una dieferenciacion por colores bastante prolija.
Se lo veia muy compremetido a su jurisdiccion, aferrado al baldoson y siendo parte de un acto de verdadera fe cristiana en calle Yanacocha.
Alguien deberia avisar al Vaticano y nombrarlo Monseñor.

*es sabido que es una actitud muy extraña la verdadera fe en los monos, tambien resulta extraño encontrar animales tan rapaces en una ciudad como La Paz donde habitan tantos dromedarios.
El misterio de los monos de Buenos Aires se extiende recordando que en las cazas y persecuciones de monos del siglo pasado los monos porteños han escapado a variados rumbos y han tomado caminos poco usuales en tanto a su forma de desarrollo .

miércoles, 16 de enero de 2008

Carta

Carta del doctor Darío Serrano.

Buenos Aires, jueves 17 de Enero de 1983.

Señor Francisco Santoro.
Estimado Francisco:

Hoy no queria escribirle. Pero una cuestion de casualidades me obligó a hacerlo.
Camine por el Cementerio de la Chacarita (ingresando por una de las entradas laterales, la de Newbery) y salí por la puerta principal, caminando por Lacroze hasta Forest. Doble. Vi los colectivos 65. Vi una plaza en memoria de un tal "Santoro", desaparecido durante la epoca del "proceso". El desaparecido es usted mi estimado. Quizas la guerrilla en tierras bolivianas lo hayan secuestrado o seducido. Quizas luzca usted ahora un pañuelo sobre su rostro, un pañuelo que emule al sub comandante Marcos. Quizas este usted tomado como rehen por algun grupo "subversivo" (que palabra tan polisemica). Lo cierto es que aquel Santoro que cedió su nimbre a una plazoleta de Colegiales, no esta mas presente ni menos ausente que usted.
A juzgar por lo que su padre me dijo al telefono, su paradero es realmente incierto. Lo poco que pudo decirme es que cree que ya el dinero deber ser poco (menos de 40 monedas de cobre), razon por la cual se veria usted obligado a volver a su pais, a su ciudad, a su barrio de Colegiales y a su calle (avenida) Forest, con sus plazoletas y sus colectivos 65. Espero que la guerra entre monos y elefantes en Bolivia no haya afectado seriamente nuestros intereses de publicaciones surrealistas.
Aqui el calor es insoportable. El escritorio sobre el cual le escribo estas lineas refleja la poca luz que alumbra un atardecer que acusa las 9 de la noche (21 horas). Cada vez son mas las ballenas blancas que se acercan hasta la costa, cada vez son menos las que preguntan por usted, mi estimado Francisco, en forma de sonidos agudos e irreproducibles en la oscura noche del Rio de La Plata.
El Banco Rio fue derrumbado (aquel nuevo banco de carteles rojos tambien). Los adoquines de la avenida del Boulevard de los Inkas se convirtieron en oro, pero ya a nadie le importa el oro, debido a que los bancos (derrumbados) no pueden convertirlo en gruesos billetes con la cara de algún "Pro-cer" norteamericano...
Bolivia debe lucir esplendida, mi compañero, sin animos de ofender. El salar de Uyuni, el mercado de Oruro, las largas escalinatas de La Paz, la costa del Titicaca en Copacabana... tantos recuerdos vienen ahora a mi mente. Pero ninguno como el del 65, rabiando y resoplando como un elefante, mientras avanza embisitendo el aire caliente de la Avenida Forest, doblando en Federico Lacroze, y pasando (mirando de reojo) por la puerta principal del cementerio.
Quiero preguntarle:

—¿Está usted en Bolivia, doctor Francisco Santoro?

Muy sinceramente.

Darío Serrano.