lunes, 18 de febrero de 2008

Almirante Brown

Cantando, - sí, sí, sí, sí, sí, sí, el Almirante Brown .
Don Cornelio estaba ya senil, además de la edad, los ataques nocturnos lo están consumiendo de a poco.
- El Almirante Brown es pariente lejano mió, les mostrare una carta que le escribió a alguien de mi familia hace mucho… por acá debería estar, a ver vos… pibe, movete un poco que no me dejas ver, esta atrás de esos libros.
Se movieron los dos, esos libros que parecían enciclopedias estaban húmedos y llenos de hongos, se notaba que al dueño de casa le interesaba muy poco el saber enciclopédico.
Los dos muchachos que venían de la capital intentaban dar cierto tipo de explicación a su llegada pero Don Cornelio no le prestaba atención, quedaba la duda de si no era capaz de prestar atención o si lo hacia por que realmente era muy astuto y sabia que no tenia que saber.
Los dos muchachos guiados por su anfitrión se instalaron. Prefirieron estar en habitaciones separadas, uno eligió la habitación destinada a los criados (que ya no existen) situada detrás de la cocina y con vista interminable a la llanura y al restante le toco una habitación que seria difícil saber para que se utilizaba, solamente tenia una cama, nada mas que una cama y un ventanal que da hacia el jardín de las estatuas, estatuas extrañas para el huésped.
Adán se sentó al pie de la cama, no podía quitar la vista de esos animales esculpidos en medio de la nada y todo le resultaba muy extraño, Don Cornelio es un tipo muy raro y este lugar también, llamaron para la cena.
Don Cornelio había preparado spaghetti y el otro puso la mesa. Se sentaron y no se oyó palabra alguna excepto por algunas del dueño de casa que hablo sobre la historia de la estancia y no de lo que verdaderamente lo atormentaba, los fideos estaban bien y el vino también. Hubo una sobremesa por momentos incomoda pero en el olfato el silencio se disfrutaba. Hablar demasiado hubiera sido prematuro.
La mesa quedo sin levantar y Don Cornelio fue a sentarse al sillón que esta frente a la chimenea, espero que los otros se vayan a sus habitaciones y cerró la puerta con candado, al rato cuando creyó que estaban ya dormidos cerro con llave la cocina y también la otra habitación. Adán no lo sintió, estaba profundamente dormido. Eugenio escucho un ruido y fue hasta la cocina, intento abrir la puerta y se percato de que estaba cerrada, sin sobresaltarse se sentó en un banqueta y apoyando la espalda contra la pared fría prendió un cigarrillo.
Don Cornelio volvió al sillón y abrió un libro sonriiendo
- El Almirante Brown
El ritual se repetía cada noche