martes, 25 de marzo de 2008

Tiburón Blanco

Estoy tirado boca arriba, desnudo, estoy teniendo un sueño lucido.
Sueño que estoy despierto y que ella entra y ya no tengo miedo. Lo sueño dos veces. Vuelvo a "despertarme" y me doy cuenta de que sigo dormido.
La habitación. La puerta está cerrada. Escucho su voz.
La oigo entrar por la puerta. Le hablo, ella me pregunta si le hable (esta asustada de creer que escuchó mi voz y que yo no le habia hablado). Yo le hablé... claramente no era un sueño, yo le hablé. Pero ahora dudo. Siento que me acaricia el tobillo (pero es solamente el deja-vú de ese sentimiento). Necesito que me acaricie el tobillo para darme cuenta de que no estoy "despierto" en el sueño, sino que estoy realmente despierto. Eso nunca pasa, creí que estaba ahi, creí que me tocaba, pero eso nunca pasa.

Quieren distraerme. Hay cosas fundamentales que no puedo recordar. Hoy por la tarde...Pasaron cosas que revelan algo que ahora no puedo recordar. Fue la "lucidez", fue en aquel semaforo. No puedo acordarme. Ahora mandan una mosca, negra y grande, de esas que hacen mucho ruido cuando vuelan. ¿Por qué quisiera una mosca estar cerca mío? El semaforo... No me puedo acordar...fueron dos cosas, el semaforo y otra cosa. No me puedo acordar.

Sigo respirando, boca arriba, en la cama. Desnudo. Veo la puerta, suena el telefono que hay al lado de la cama. Escucho las dos campanitas, la normal y la mas silenciosa. Uno nunca escucha las dos cuando sueña un telefono.

La mosca se apoya contra el vidrio, hace silencio. Tomo un trago de whisky. Me levanto e interrumpo lo que escribo. La mosca hace ruido nuevamente. Voy a salir de la casa a preguntarle si sonó el telefono mientras yo dormía hoy a la tarde. Volví al papel. La respuesta es "no".
Dentro de aquel "sueño despierto", había, hay o hubo (me es imposible ubicarlo de forma "espacio-temporal") otro sub-sueño.
¿Por qué vuela tan cerca esta mosca?

En el sueño volvia a aparecer la pelota de fútbol que habia perdido hace tiempo. Yo nadaba en la pileta, Ignacio Santoro (un amigo mío) tocaba temas con una guitarra, eran clarisimos, eran temas que habíaos inventado con el "Ruso" (otro amigo). Despuées entró a la pileta completamnete vestido. Vestido igual que en una foto. Con zapatillas, jeans y su campera de esquimal. Nos reímos de la situación. La otra gente que está al rededor de la mesa junto a la pileta no entiende, pero nosotros seguimos riendonos.

Ella se acerca ahora. Se acuesta en el sillón que está frente a mi. Quieren distraerme, lo sé. Ahora esta ella, ya no la mosca. Le tiro un beso. Su presencia me inspira. ¿A dónde fue la mosca que tan insistentemente volaba sobre mi cabeza? Sigo escribiendo, frenético. Ya quiero frenar, tomar otro trago de whisky. Lo estám logrando, están logrando distraerme. Quiero ir a acostarme con ella en el sillón (cerró sus hojos). "Termino de contarle del sueño y me acuesto con ella" pienso, "le leo esto y me quedo en el sillón."

En el sueño despierto que soñé mientras dormía, hoy a la tarde, antes de escribir esto, tuve una pesadilla. En la pesadilla veía la puerta de la habitación en la que dormía.

Un reflejo sobre la mesa intenta distrarme mientras sigo escribiendo.

Me dí cuenta de que este lugar era mi pesadilla en otra vida. En una vida que no era "mi vida" de ahora. No era mi vida en la cual desperté y pudieron distraerme de esa lucidez a la que llegué.

Siguen esforzandose por distraerme con la televisión, con el whisky, con ella, con la mosca. ¿A dónde fue la mosca? Que casualidad, desapareció justo cuando ella llegó y se acostó en el sillón.
No quiero escribir más, no quiero pensar más. Lo lograron, me voy al sillón con este block de hojas escritas y el vaso de whisky.

jueves, 20 de marzo de 2008

Ballenas

La meseta árida de plena calle corrientes. En sus lomos. sequías por las cuales entierranse margaritas. la madrugada absorbe la humedad necesaria para rociar los pastos de los jardines. Esclavización en todas sus representaciones. Dejando absoluta libertad a cualquier tipo de vida que habite sobre el suelo bajo ellos. Huevos fritos y personas achauchadas pasadas por agua sobre le deseo de investigar cuerpos ajenos. Al agua de vuelta, a ver borroso.
Hipocampo pulguisida destello de amores inocuos, aprovechadores de la categoría "espacio -tiempo. Separación de las pupilas escenarias sobre la risa especulativa. Camellos liberados en lengua austriaca.

martes, 18 de marzo de 2008

Madrid 6pm

Despues de salir del museo "Reina Sofia" (a donde iba todos los dias a ver "El hombre invisible" de Dalí) fue hasta la Plaza Mayor.
Ahora escribe sentado de espaldas al sol (a lo que queda del sol en Madrid a estas horas).
Escribe en su cuaderno: "El sol: Abstracto, irreal, onirico (elemento hermosamente lisergico, disfuncional, incomprensible)."

La Guerra de Irak se adueñaba hace semanas de las portadas de todos los diarios y de los noticieros de televisión.
Se acerca un joven argentino que está trabajando de mozo hace ya varios meses:
"Buenas tardes señor, ¿que le sirvo?"

"Un balón y una porción de pulpo a la gallega joven..." respondió sin levantar los ojos de su cuaderno Rivadavia rayado.
"Voy a tener que pedirle a Mario que me mande más de estos cuadernos, aca no los hacen tan buenos" pensó.

Llegó la cerveza y el pulpo, los miró de reojo y vió que habia ademas un platito con morcillas.
"Morcilla de Burgos señor, cortesía de la casa" dijo el joven argentino.
El hombre asintió sin mirarlo y continuó garabateando su cuaderno: dibujaba dragones, flores, escribía frases que le venían a la mente desde algún recondito lugar de su inconsciente.
Dió un trago largo a la cerveza. Apoyó el vaso con una mano, y con la otra agarró un pedazo de pulpo, para llevarselo a la boca y darse cuenta luego, de que habia manchado con tinta las hojas de su cuaderno, sus dragones, sus flores y sus frases.
Sonrió al darse cuenta de que un hombre que estaba leyendo una revista (que tenia a Bush en la tapa y una elefante rosa en la contratapa) habia sido testigo de la desafortunada situación.

Hora de almorzar

Tinta de pulpo sobre un Rivadavia azul rallado, tapa dura. Lo único que pudo hacer fue manchar la receta de su propia muerte. Mirando nostálgico su hogar desde el ventanal de la cocina ahora su tinta chorrea sobre la pileta de la mesada, su cabeza envuelta en papel de diario y unas manos gordísimas llenas de tinta vierten sus tentáculos en una cacerola que lo espera sabrosísima. Es un mediodía gris típico de julio, los vidrios con el hervor del agua se van empañando y una luz naranja se va acercando desde el horizonte.
No había salido de la cabina de capitán en toda la mañana, le daban pena los muchachos que estaban chupando frió en cubierta entonces agarraba su tasa de te caliente y le daba un trago que lo hacia transpirar. Ya no quedaba nada por hacer las redes estaban arriba y el bicherio estaba guardado, había sido una semana sin sobresaltos, una semana como todas las de trabajo, agua por todos lados, a veces más calma y otras más furiosa. Se empezaban a ver las luces del puerto y todos contentos, almorzarían todos con sus familias excepto algunos jóvenes que no tienen familia en la ciudad.
Llegan al puerto, algunas mujeres con niños esperan a sus hombres, el espera a que todos bajen desde la cabina, se baja la mercadería y no se trabaja más. En la garita de salida del puerto esta atada su bicicleta, intercambia algunas palabras con los guardias y emprende la marcha, media hora de pedalear contra el viento lo espera.
A los cincuenta metros se encuentra con Ernesto y su familia, no se detiene, levanta el brazo izquierdo y saluda. Sigue el camino de la playa.
El agua hierve y la cabeza envuelta en papel de diario ya esta en la basura, se perfuma la casa y solo hay que esperar unos minutos.
Con la bufanda y el gabán abiertos por el ejercicio se baja de la bicicleta cien metros antes de la casa para respirar tranquilo, llega contento pichuco y caminan juntos hasta la puerta de la cocina.
Hora de almorzar.

lunes, 17 de marzo de 2008

Radiografía de un cetáceo

La tinta chorreaba las hojas de un cuaderno. El escuadrón (que se reducía a una persona) viajaba en el Renault 12 sin pasar los 40 kilometros por hora.
Siddharta y Herman Hesse no entendian el olor a nafta que había debajo del asiento del auto. Una postal publicitaria que invitaba a escuchar "Buddha sounds (una experiencia electrosensorial)" se abrazaba a un rosario de plastico negro y rojo que mostraba con verguenza el escudo de "ñuls."
La Ruta 40 se hacía de ripio y el escuadrón se perdia en sus propios pensamientos:

"La cámara de fotos...tengo que arreglar la cámara de fotos que rompí en Costa Rica"

El ripio hacia imposible escuchar la radio que intentaba sintonizar algún bolero.
Al costado del camino "Don Segundo Sombra" saludaba como despidiendose para siempre, mientras sus hojas flameban al salir despedidas por la ventana abierta del Renault 12. Era cuestión de segundos para que el cuaderno lleno de tinta lo acompañara.

"Algún hotel, tengo que encontrar algún hotel..."

La noche calurosa hacia que el viaje fuera interminable. La unica compañia eran los carteles con publicidades que aparecian cada seis o siete kilometros.

"La cámara, el hotel, las ballenas blancas, el escuadrón... ¡este puto Renault 12!"
Los pensamientos eran, a esta altura del viaje, independientes y aparecían en su cabeza (dentro y fuera de ella) sin orden y sin aviso.

Llamandose a la reflexión, el único miembro de aquel escuadrón, decidió olvidar las ballenas blancas por un momento, y fue allí cuando sintió un fuerte dolor en el pecho, como si un infarto estuviera a punto de atacarlo. Decidió rezar a los monos y por las dudas rezó tambien a los elefantes del supermercado.
El dolor pasó, pero los recuerdos de la acropolis ateniense era tan nitidos, que llegó a pensar que nunca había dejado de pensar en las ballenas blancas. Luego de varios kilometros de pensar en bustos de filosofos, columnas talladas y ruinas en la montaña, el dolor volvió a tomarle el pecho, tanto que tuvo que apretarselo con ambas manos.

Perdió el control del Renault 12 y chocó estrepitosamente contra un cartel. Con sus últimas fuerzas intentó leerlo. Deseaba que dijera "Hotel" u "Hospital", pero solo alcanzó a leer: "Tilcara 12km" y una flecha que apuntaba hacia el norte.

"Debería haberme hecho la radiografía de tórax." Pensó mientras las lágrimas le cubrían la cara y lavaban la sangre.
La nafta que había debajo del asiento ayudó a que el fuego se esparciera mucho más rápido.

Los monos y los elefantes llegaron al amanecer.

domingo, 16 de marzo de 2008

El desembarco

El desembarco no había sido planeado. La triupulación bajó en silencio. Algunos se sentaron en la playa a mirar la luna reflejada en el agua. Otros caminaron por un camino sinuoso que llevaba hasta una iglesia. Entraron por la puerta principal. En la playa algunas estrellas fugaces acompañaban el reflejo de aquella luna amarilla en el agua. Los candelabros que alumbraban el rosotro de las estatuas de alguns santos aun ardían, como si alguien los hubiera encendido hace algunos instantes, pero la iglesia estaba completamente vacía. Algunas ballenas asomaban sus lomos cortando la superficie del agua, ondulando el reflejo de la luna. Los marineros observaban en silencio, algunas sonrisas de melancolía se dibujaban en sus rostros, pero nada mas, ni una mirada cruzada, ni una palabra. El primero de los hombres se arrodilló junto a uno de los bancos de madera que estaban en el pasillo central de la iglesia, el resto permaneció de pie y en silencio. La isla estaba abandonada. La noche era fria, muy fria, pero a la tripulación no parecia molestarle.

Ninguno de ellos volvió a subir al barco. Nunca cruzaron una mirada, nunca un gesto de aprobación hacia la decisión de un compañero, nunca mas un sonido, solamente el del fuego de los candelabros, iluminando el cuerpo de aquel hombre, que aun sigue arrodillado junto al banco de la iglesia. A veces la luna alumbra la playa. Todos los años, las ballenas vuelven para completar su recorrido hacia los helados mares del sur.

El barco sigue amarrado en el mismo lugar donde, ya diez años atras, los marineros del Almirante Brown hicieron su ultimo desembarco.

sábado, 15 de marzo de 2008

Pensamiento sobre la necesidad de un galeon.

…hijas de puta si las hubiera agarrado a tiempo, las hubiera echo mierda, venían todas las noches con monos en sus lomos, las podría haber asesinado a todas, ahora ya esta, me ganaron, me ganaron sus excéntricos cantos nocturnos, sus ruidosos apareamientos en el arroyo, me lastimaron sus frenéticos compañeros, tuve miedo, lo se, pero ¿quien no lo hubiera tenido? alguien puede juzgarme ? esos elefantes mordieron el agua helada yo lo se, pero esas ballenas esas ballenas se adaptaron a la pampa, no solamente se adaptaron sino que la dominan, la devoran.
Ballenas endorreicas, monos y elefantes mutilados, la pampa azul y sus gigantes grillos monosilábicos, extensos territorios de nada. Solo un galeón podría atravesarla verdaderamente, solo un galeón cruzaría la jauría de ballenas.
Sin el, no me atrevería a molestar a Hudson, no interrumpiría la opera del Chajá. La marea de cardos, la creo capaz de asesinar y al mismo tiempo de amar inmensamente sobre la brisa plana ilimitada, la penumbra del cuervo y los últimos rayos rosas, el fuego y el sabroso olor a animal asándose. En cubierta se discuten cosas importantes sobre constelaciones extremadamente australes, su estrecha relación con los decibelios del silencio en estos parajes y el comportamiento de ciertos animales, el ritmo de navegación es marcado por un bordoneo tacito que responde solamente al pulgar de un viento tan fuerte como un carro empujado por centenares de caballos.
Un galeón, es necesario un galeón.

martes, 4 de marzo de 2008

El rescate

"Los dos muchachos que venían de la capital intentaban dar cierto tipo de explicación a su llegada pero Don Cornelio no le prestaba atención, quedaba la duda de si no era capaz de prestar atención o si lo hacia por que realmente era muy astuto y sabia que no tenia que saber."

Don Cornelio durmió toda la mañana. Los muchachos esperaron en sus camas hasta que el dueño de casa despertó y abrió los candados de las puertas. Se reunieron en la galeria que daba al camino de ripio que unia la casa con la tranquera principal. Permanecieron varias horas los tres, sentados, mirando la nada, ni una palabra, ni un cruce de miradas, ni una explicacion a los candados, ni mucho menos a las estatuas del jardin.
A eso de las 6 de la tarde Don Cornelio se puso de pie, fue hasta la cocina y trajo un mate con un termo lleno de agua fria, unos bizcochos y un libro. Se puso a leer, paso el mate, todos tomaron y comieron. Al caer el sol, Don Cornelio se precipitó e insitió en que entraran a la casa. La noche cubrió los arboles de la galería para el momento en que Don Cornelio terminó de tapiar la ultima ventana. Luego se metió en la cocina y apareció al rato con una bandeja con carne al horno, unas papas y unas cuantas cebollas. No faltó la misma botella de vino (lo que quedaba de ella de la noche anterior) para que acompañara la cena y los cigarrillos de la sobremesa.

Don Cornelio rompió por fin el silencio. Adán interrumpió un perturbador pensamiento en el cual Catalina era la protagonista principal.

"¡Personal! ¡visceral! ¡sí..!!" exclamó Don Cornelio. "Tres dias esperamos el rescate, ¿pero sabe usted cuál es el tema? el tema es que necesitamos que vuelvan aquellos buques de antes, esos buques que aterrorizaban las noches frias de los mares del sur...Que vuelvan esos buques, esos barcos de guerra con sus bocinas sordidas, esas bocinas que muchos marineros confundian con ballenas...ballenas... (Don Cornelio se echó a reir), las ballenas conocen de la guerra, saben que no tienen que acercarse cuando el mar esta repleto de barcos con cañones, de portaviones...de torpedos."
Don Cornelio hablaba ante la mirada de los muchachos, comia con las manos el ultimo pedazo de carne de su cena mientras reía y gritaba barbaridades... "Esos putos ingleses". "Este odio tiene que venir de algún lado" reflexionó en voz alta. "¡¡Estos putos ingleses y la concha de su madre!!"

Eugenio lo miraba como esperando el momento para decirle lo que tenía que decirle...
Adán por su parte parecia haber retomado aquel recuerdo de Catalina y habia dejado su comida a un lado, como si el estomago se le hubiera cerrado.

Don Cornelio hizo silencio.

"Capitán..." le dijo Eugenio.

Don Cornelio escribia algo en una servilleta sin mirarlo.

"Comandante..." insistió Eugenio.

Don Cornelio le alcanzo la servilleta deslizandola sobre la mesa.

Eugenio la levantó y leyó en voz alta:
"¿Por que las condiciones objetivas no son suficientes para que se instaure un dialogo"? y abajo sin utilizar el pseudonimo de Don Cornelio, El Comandante Bonzo firmaba con su verdadero nombre y dejaba un último mensaje: "Me cago en las malvinas".

Eugenio dejó la servilleta sobre la mesa y miró a Adán que ahora se servía una copa de vino hasta el tope, lo bebía de un sorbo y se dirigía a su anfitrión con cara de pocos amigos:

"Es hora de irnos Comandante Bonzo, busque sus cosas y acompañenos por favor..."