lunes, 30 de junio de 2008

¡monos, ballenas y elefantes uníos!

Lunes, siempre es lunes en el barrio de colegiales, lunes desierto, el último de junio, en lo único que se puede pensar a la medianoche es una bolsa de agua caliente para calentar el lecho. Lu- nes, L-u-n-e-s, que estupidez, Ju-nio, Ju - n-io, otra estupidez, hace frio, hay niebla eso es lo único que es verdad, lo único que se ve, se percibe y se combate, desde las camas a la luz de los televisores, televisores, que estupidez, taparse mucho que hace mucho frió, en cinco horas la cafetera sabe que se tiene que levantar. Lunes – Junio – Televisor – Rosivelet – Oinuj – Senul.
La espada Zarraga caerá sobre sus hombros, la asociación necesita sangre nueva,
¡Atacad Gladiadores del Tiempo!

· poesia panfletaria en favor del partido mono sobre la guerrilla en el barrio de Colegiales durante la transicion de los reinados de Osvaldo el sanguinario y Uruguayo el metafisico
· - Fuente : Archivo personal del Doctor Francisco Santoro

domingo, 22 de junio de 2008

Uno, dos, tres... (ruido)

Una noche lo decidieron, y a la noche siguiente lo hicieron: Todas y cada una de las oficinas de Buenos Aires debían quedar vacías. Sin timbres, sin escritorios, sin sillas, sin papeles, sin teléfonos, pero por sobre todas las cosas sin personas. Subieron a sus autos y empezaron a andar: una noche, dos noches, tres noches. Las oficinas ya habían quedado vacías, pero olvidaron desconectar un teléfono. Solo un teléfono. Comenzó a sonar, una noche, dos noches, tres noches, y las paredes no pudieron soportarlo. Empezar a resquebrajarse, luego el techo, los pisos empezaron a apilarse unos sobre otros, hasta que finalmente todas las oficinas se derrumbaron y cayeron sobre las plazas de la ciudad. Las flores se vieron invadidas por los escombros, los juegos para niños, destruidos, sangraron su dolor en caños doblados y despintados. Ninguno de aquellos que habían decidido dejar atrás sus oficinas se enteró jamás de esto. Continuaron andando en sus autos. Una noche, dos noches, tres noches…

miércoles, 11 de junio de 2008

El desierto

La realidad son cajas. Son en realidad distintas valijas que se abren y se cierran indistintamente a lo largo del tiempo. Son valijas que dejan caer arena por entre sus cierres mal cocidos, por sus vertices de tela vieja y a rombos escoceces (rojos, negros y verdes). Son nada mas que eso: valijas. Se abren cada tanto, y al abrirse puede verse el interior: El mundo, como una pequeña maqueta. Sus barcos, sus rios, las montañas (si es que las hay), las personas, las rutas, las calles, los semaforos...rojo, amarillo, verde (un hombre cruza en verde, es atropellado, continua su vida en otra valija, en una valija distinta, que puede estar cerrada o puede estar abierta, es indistinto).

Alejandra lo recuerda cada tanto, aquellas charlas por telefono, o caminando hasta la parada del 113.

Los aviones son la única forma de viajar de una valija a otra (si es que ambas estan abiertas). Desde una torre de control, mientras come bizcochitos de grasa y toma mate, una viejo operario controla todas las valijas y sus dueños que caminan por el desierto dia y noche. Cada tanto se detienen y algunos de ellos abren las valijas para buscar un pañuelo y secarse la frente, o sacan una botellita de colonia y se humedecen el cuello y parte de la espalda. Estas pausas suceden cada vez con mayor frecuencia y son el resultado del envejecimiento de los dueños de las valijas (este proceso de envejecimiento de los dueños, dentro de las valijas, se conoce con el nombre de "tiempo"). Es durante esas pausas que el operario de la torre anota en un cuaderno cuales son las valijas abiertas, y da la orden a los aviones para que vuelen de una valija a otra. Muchas veces las valijas se cierran antes de que los aviones lleguen a destino y estos quedan volando por el desierto, hasta que la nafta se acaba y se estrellan contra la arena caliente. Asi se explican los grandes cambios de la historia: La revolución Bolchevique, el Renacimiento, el descubrimiento de America, alguien que encuentra al "amor de su vida", etc, etc, etc. Todos son simples abrir y cerrar de valijas, aviones que despegan y no llegan a destino. El resto es lo de siempre. La vida es adentro de las valijas, de las valijas que viajan en la mano de alguien que camina errante por el desierto, que frena cada tanto a buscar un pañuelo o a ponerse colonia, que se queja de que le duelen las rodillas o el codo del brazo con el que carga la valija. Lo de siempre Alejandra: Despertarse, caminar hasta el colectivo, ir a trabajar, comer, bañarse, tomar un café con un amigo, leer un libro de Horacio Quiroga, tocar el piano y esperar a morir algún dia, adentro de alguna de todas las valijas, indistintamente de cual sea.

domingo, 1 de junio de 2008

Avenida Sinclair

La avenida Sinclair se pierde en polvo por el paso de los camiones y colectivos, con la primer resolana del día el polvo muta en nubes naranjas y rosas, los chicos caminan hacia la escuela encapuchados y muertos de sueño. Alguien con frió, a la espera del colectivo prende un cigarro, este llega al instante y el cigarro encendido termina en el suelo, el colectivo sigue su marcha dejando una estela de gasoil y un oportunista levanta el cigarro. La avenida Sinclair oscila entre la constante renovación y la eternidad e inmutabilidad de sus personajes que habitan las calles adelañias. La pura imagen y el café con leche y tres medialunas, estruendos de camiones sobre los cráteres de la avenida y el ritmo que empieza a acelerar, los chicos ya entraron a clases y la hora de hacer de hacer los mandados se desarrolla con calma en la verdulería, se venden cd’s y dvd’s al costad del árbol mas raquítico y quijotesco alguna vez visto.
El observador se levanto y camino unas cuadras por la suspirada avenida y luego doblo por una calle de tierra, con las manos en los bolsillos de la campera se perdió en entre el caserío y algunos perros que le chumbaban. Después vendría el mediodía y nuestro observador no estaría allí para contarlo, lo espera la tarde en algún otro paraje o lo sorprenderá en su morada, pensativo y cabizbajo, deseando que la noche abrase sus reclamos de incrédula existencia.
Efectivamente en una pieza medio habitación y medio depósito, detrás de un almacén, entre cajones de cerveza y cajas de galletas lo encontró la noche. Entraba luz por una pequeña ventana, de la que recostado en la cama solo podía ver cielo, esa noche más helada que nunca. Las estrellas congeladas y el vidrio de la ventana comenzaba a empañarse. El humo del cigarro le deformaba la cara y así pretendía seguir toda la noche, cigarrillo tras cigarrillo en compañía de un silencio en forma de vals campero o música de río en su cabeza. Se dormiría, y bajaría en bote con la tarde, remando tranquilo con la corriente de su lado, podría dejar los remos si quisiera y andar al ritmo del agua, llegar a donde le pareciera pasar la noche, amarrar en algún muelle amigo y tirarse a dormir en la orilla, noche abierta y un calor que parece febrero, cerrar los ojos y sentir la música del rioy el balanceo de las ramas bailando con el viento, una mujer podría aparecer desde el monte a sus espaldas, cantando, con los ojos negros y el pelo noche hasta la cintura, descalza se acerca, lenta, se sienta su lado y besa su frente, el agasajado intenta despertar pero resulta imposible, cantando;
Sobre la costa del río una paloma muy blanca
Detuvo su largo vuela de brisa cielo y distancio
El río desde su cauce le dio a beber de sus aguas
Estrechándole en abrazos la blancura de sus aguas
La paloma dijo al río que su vuelo continuaba
Abrió sus alas al viento y se alejo por la playa
Fue tan fugas esa dicha que pensando en tu distancia
Soy el rió que te añora y tú la paloma blanca.