lunes, 22 de diciembre de 2008

Ciudad Baigón

La ciudad... (La puta ciudad)

Es de noche. No conozco otra forma. Siempre es de noche, si no fuese asi, no estaria escribiendo estas lineas.
No queda nada de noche... las ratas, las bolsas de basura rotas, saqueadas y apoyadas contra la vereda. Los semaforos obsoletos, los carteles que esperan un nuevo dia y su gente, para indicarle los nombres y los sentidos de circulacion de las calles. Esperan inutilmente. Hace muchisimo tiempo que nadie se acerca a esta ciudad. Fue abandonada despues de las prolongadas lluvias y la guerra. Nadie recuerda a Ciudad Baigón. Soy el unico sobreviviente. Estoy acostumbrado. Invento mis reglas: duermo de dia, escribo de noche. Sobrevivo gracias a la basura que dejaron en las bolsas negras (corazones de manzana, cabezas de pescado, huesos de pollo, etc). No piensen que soy un indigente, no. Tengo aire acondicionado, tengo libros, tengo discos, tengo agua potable, tengo ropa, zapatos, crema de afeitar, pasta dentifrica, etc, etc, etc.
Me gusta escribir, me gusta caminar de noche, me gusta que no haya ruido, me gusta ir a la iglesia y ver su gran puerta de roble cerrada (fantaseo a veces con abrirla). Amapola era el nombre de mi hija. Amapola es el nombre de la calle donde vivo... no es Amapola, pero yo la llamo asi: Amapola 2365 7mo "A", me gusta rendir tributo a las personas y cosas que me hacen sentir bien. El recuerdo de mi hija me hace bien. Hay dias (noches) en que necesito hablar con alguien y me siento muy solo, pero la mayoria de las veces me gusta el silencio. Ahora intento escribir algo para poder dejar un legado. Me siento culpable por no dejar un legado, algo que pueda documentar mi presencia en esta ciudad...Me pongo comodo, prendo la luz de mi escritorio y escribo en una servilleta de papel: "Esta ciudad no se llama Ciudad Baigón." Enrollo la servilleta y voy hasta la ventana. La abro y me quedo mirando las luces de un avion que vuela a lo lejos. Meto mi declaracion en una botella de vino vacia, la cierro con un corcho y la dejo caer desde el septimo piso, para verla estrellarse contra el asfalto de Amapola y romperse en mil pedazos de vidrio.