jueves, 31 de enero de 2008

Las cosas no son lo que parecen III

"De alguna forma extraña y por alguna razón inexplicable pudo verse a si mismo sumergido en ese sueño de cloroformo."

Pudo verse sentado en el umbral de una casa. El umbral se derretía lentamente y de sus paredes emergían liquidas arañas que le recordaban la cara de Adolf Hitler. Las arañas se escapaban y pasaban a su lado sin tocarlo. Sintió ganas de vomitar. Pero la onírica sensación desapareció en el instante en que la casa entera se vió derretida y en su lugar apareció la cara de Paul Eluard y a su lado una fugaz imagen en colores primarios, de Gala.
Intentó despertar del sueño de cloroformo, intentó volver al placard, pero el cielo de su sueño se tornó cubista y a sus pies pudo ver una canaste de pan, del cual suponía de no debía comer. No comió y como si su decisión de no comerlo hubiera incidido en la existencia del pan, aparecieron otros objetos: una sandía, una mano, una cara de una animal parecido a un pato, una papa pelada, una servilleta y un tintero con una pluma, aparecieron, como recompensandolo, dentro de la canasta.
Volvió a sentir las nauseas del cloroformo, pero no pudo despertar. Escuchó pasos que no pertenecían al sueño y le pareció imaginar que de la boca de un pez emergía un tigre, y de la boca del tigre, otro tigre, y que a su vez, todas las cosas del mundo provenían de las semillas de un fruto que no pudo reconocer. Los tigres lo aliviaron, y pensó que quizas pudieran matar con sus garras y dientes a aquellos hombre que le habían quitado su libertad, aquel día que salió de su casa a comprar cigarrillos y nunca más volvió.

-¿Cómo estará Catalina?

Despertó.

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