miércoles, 31 de octubre de 2007

Los monos de la calle Pampa

Capítulo 1

Los pies llenos de hielo. Las manos no. Solo los pies. Inmóvil, casi quieto. Mira como el cielo se torna naranja, después gris, después rojo y finalmente el sol aparece ante sus ojos entreabiertos.
No hay nada que pueda hacer para evitarlo, el sol descongelará sus pies, el hielo de sus manos, y volverá a caminar, a ponerse de pie, a correr, a vivir entre los humanos y entre los monos.
Las calles están llenas de monos, de pasto, de perros muertos por los monos, de pasto pisado por lo perros.
Saldrá a la calle y pisará ese mismo pasto, matará a todos y cada uno de los monos que nunca intentaron descorrer el telón de la calle Pampa, allí donde los adoquines se entrecruzan con la calle Conde, en lo que antes se conocía como Belgrano R. Abrirá el telón que los monos minuciosamente habían cerrado, dejando en penumbras el barrio, congelando los pies de los habitantes humanos, de los perros y de algún anciano. El pasto volverá a estar húmedo, volverá a crecer, a tapar los edificios, sus puertas, sus ventanas, sus techos. El pasto dará árboles, y esos árboles ramas y esas ramas se llevaran al cielo el alma de aquellos monos, que una vez cerraron con fuerza el telón de la calle Pampa.
Ahora sus pies se llenan de agua, el hielo se derrite, le humedece las zapatillas, los cordones, los pies. Se pone de pie, camina torpemente, intentando recordar la metodología para hacerlo: primero un pie, después otro, después el primero y sucesivamente. Cuando logra caminar sin torpeza, decide correr, cuando logra correr decide volar, pero al intentarlo, cae estrepitosamente sobre los adoquines de la calle Conde, a metros de donde los monos habían cerrado aquel pesado telón rojo, aquel que tantas veces lavara su abuelo en aquella tintorería de Barracas, el telón del Teatro Colón. Todavía recuerda la horda de monos arrastrando aquel telón por la avenida, desgarrándolo con sus dientes, colocándolo con mucho cuidado entre dos árboles que daban sombra al barrio de Belgrano R.

martes, 30 de octubre de 2007

Monos, Ballenas y Elefantes oiganme, SOY SU DIOS !!!

Monos, Ballenas y Elefantes oiganme, SOY SU DIOS !!!
Soy su Dios, haganme caso,
siganme!!!
Sobre el capot de un auto estacionado, en la esquina de las calles Pampa y Ciudad de la Paz .Predicaba a la nada, a todos. A todos los monos, ballenas y elefantes que pasaban por ahi.
Siganme, confien, crean, y pasaba de auto en auto invocando santos o animales, vendran a buscarnos y vamos a estar preparados.
Haganme caso !!!
Aparecieron dos tipos con lentes ahumados, lo metieron dentro de un auto y siguieron pampa derecho.
Mono!, era un mono encubierto, se metio en problemas y yo lo se.
Hablo de mas .

viernes, 26 de octubre de 2007

La vida electoral de un elefante, un mono y una ballena

Ni Horacio Quiroga lo hubiera imaginado. Ni tan cruel, ni tan real, ni tan animal.

Dentro de la selva la gente se acercaba (en cantidades innumerables) hacia las urnas. Llegaban, caminaban a paso firme, ingresban en los cuartos oscuros (de luz). Desplegaban largos manteles sobre las boletas que lucian los nombres de los "candidatos", apoyaban bandejas con comida: Lechón con ensaladas, Abadejo, Costillas de cerdo, Achuras, Carnes de Res, etc, etc, etc. Comían hasta el cansancio (no elegian lo que comian, la oscuridad del cuarto no lo permitia), se limpiaban la boca y las manos engrasadas con las boletas electorales. Eructaban desmedidamente, se reían, tomaban vino y, de sobremesa, comían Chocolate en Rama y tomaban Whisky o (Cognac) en finas copas de cristal.

Al salir del cuarto oscuro les devolvian el documento (Nacional y de Identidad) con un sello en la seccion de "constancias electorales":

Sello
Votó el día......................


........................................
Presidente del comicio

jueves, 25 de octubre de 2007

Los elefantes van al supermercado ...y jamas regresan

Días como hoy los elefantes van al supermercado, rosas, pomposos, y alegres como todo elefante que un día nublado va al supermercado. Discuten torpemente sobre precios y productos, llenan changos y con exagerados gestos los vuelven a vaciar, se miran y vuelven a empezar el circo. Vuelan mermeladas en cantidades extremas, nadie hubiese pensado que estos rosados son tan fervientes consumidores de mermelada de damasco, rebalsan sus carros de todo tipo de colores, rojo tomate, amarillo esponja, naranja balde, azul limpia inodoros e infinidad de tonalidades dignas de un supermercado. Los chicos boquiabiertos, presos en corrales de acero se revolucionan, entran en éxtasis, se ríen fuerte, quieren ser elefantes, quieren mermeladas de todos los colores, gritan, patalean y hacen desbordar a sus mamas, estas se ponen frenéticas pierden la cuenta de lo que gastan y tienen que empezar de nuevo.
El pandemónium general. Una orquesta parece acompañarlos en sus movimientos, la música se torna disfuncional, las góndolas bailan al compás del concierto de elefantes. Las señoras se molestan ante tanto derroche de energía al momento de las compras, les da envidia el ímpetu con el que huelen los tomates. No se explican porque estos rosados se sorprenden ante la curva de un pepino y les enerva que busquen sombra bajo la copa de un brócoli. Rotundamente dobla el enojo que estos paquidermos la encuentren y después de tanta farra tengan su merecido descanso en la verdulería del supermercado.
Ante tanta calma y siesta se gesta la tormenta alrededor de su ojo, caos y tragedia. Las góndolas empiezan a sospechar, el elefante de los pañales se inquieta pero no es considerado, el otro elefante local, el de los cereales de chocolate lo calla nervioso.
A pesar de todo la calma es calma y los elefantes saben descansar, van a morir de paz, dicen. Sus bostezos eternos y sus estremecimientos son la envidia de los repositores, que hartos de arvejas enlatadas quieren soñar como ellos.

II -

Del otro lado del supermercado donde la aridez es extrema, abundan los cartones y las cajas ásperas de colores chillones. Allí la polenta es paisaje y el ser queda supeditado a él, todo se escapa entre los dedos, la razón de los cartones.
Un par de ojos vigilan –todo- astutamente, se mueven velozmente entre los productos. Obligan y mantienen el régimen de entradas y salidas, tanto de productos como de personas.
El régimen de la mirada en la nuca, la rectitud rectificada solo con el sonido de una fuerte respiración, el altavoz busca personas que nunca encuentra, se las trago la polenta, o alguna góndola.
Los rosas se acurrucan, el aire a-condicionado empieza a molestar. Las señoras ya no pasan por donde los tomates y las que pasan les tapan los ojos a sus chicos. La verdulería queda desierta y silenciosa, se escucha un tubo de luz.
No quedo nada.
Se encienden los televisores, las promotoras reparten queso en galletitas, los nenes comen hasta reventar, las señoras compran más queso y los nenes chochos piden más.
Una señora busca desesperadamente arvejas. Los repositores duermen la siesta.
- Paz?


lunes, 15 de octubre de 2007

Ludwig van Beethoven y su interpretación de la Ballena

Mirábamos adentro de una oreja.
En realidad no era una oreja, y mucho menos para Magritte. Claramente era una simple representación de una oreja.
Era una oreja dibujada con acuarelas sobre el cartón de una caja de pizza de Croxi.
Como era Sábado no había problemas para mirar adentro de esa oreja. No había horarios de oficina, no había subtes rabiosos que cargaban personas en Congreso de Tucumán y las dejaban en Catedral. No había noticieros que sembraban paranoia y miedos: “El granizo, la lluvia…”, “Alerta meteorológico…”.
En la televisión solo mostraban documentales de la vida de Beethoven. Quizás algún Sábado mostraron la vida de Mozart, pero no creo que podamos recordar eso, ya que por lo general los sábados escuchábamos discos de pasta de Beethoven (no nos gustaba ver su biografía en la televison) y mirábamos adentro de una oreja que cambiaba lentamente su color, dibujada sobre el cartón de esa caja de pizza de Croxi…
Magritte, Beethoven, una pizza de Croxi… Todos parecen lo mismo escritos en un “documento en blanco” de Word.

viernes, 12 de octubre de 2007

Breve aparicion de la Ballena

En el Tigre era la hora en que las ranas empezaban a croar.
- (suspirando) Horas minutos y segundos!! Me gustas mucho como para ponerte minutos, le decía el isleño al sonido batracio.
De repente una ola bastante mayor a la de algún ex jugador de fútbol y su bote.
Se agarro fuerte y agacho la cabeza, perdió un remo.
Miro hacia atrás siguiendo la estela gigante y desprendiose de un rosario de insultos.
Asustado vio que el agua volvía mas agitada que el, se sentó y respiro, tomo un trago y de a poco volvió a oír a las ranas.
Definitivamente cayó el sol.