jueves, 3 de abril de 2008

Hormigas

Estoy sentado en el andén de una estación. No puedo decirles el nombre. Nisiquiera yo lo se. ¿La razón? Estoy ciego. Sólo se que un amigo que trabaja para la empresa que administra los trenes de esta ciudad me sentó un dia en este banco del andén y me dijo que esperara a que alguien llegara a buscarme. No se si fue una broma o si lo hizo para que me sintiera menos solo, pero me dejó un reloj de arena, del cual no puedo sacar ningun provecho mas que el de su esteril compañia.
Ya han pasado semanas y nadie se acerca. Estoy seguro de que nadie, ni una persona, nisiquiera un tren vacío han pasado por esta estación. Lo hubiera escuchado. Soy muy bueno para escuchar, no solo para oír, como la mayoria de las personas, tambien soy muy bueno para escuchar.
Me gustaría que mi amigo venga a visitarme. Me gustaría mostrarle mi risa. Estuve ensayando una risa bastante irritante, pero muy sincera, como la mayoria de las risas irritantes, de esas que se hacen con toda la boca abierta y tirando la cabeza hacia atrás. En realidad me gustaría que venga alguien, cualquier persona a oirla.
No oigo nada, solo ruido de agua, y de vez en cuando una lluvia estrepitosa, pero solo de noche. De día solo escucho agua correr, como si muy cerca de donde estoy sentado hubiera una canilla abierta, el deposito de un inodoro en mal estado o un mar (pero no la costa, sino mar abierto, con un oleaje manso e inmenso).
Es dificil explicar la ceguera. Sobre todo mi ceguera, que no es una ceguera común. No es como la ceguera negra ni como el baño de leche de la ceguera de Saramago. La mia es una ceguera especial. Me dijo, mi amigo que trabaja en la boletería del tren y gusta de leer Kafka, que lo que yo describo de mi ceguera es parecido a lo que las personas videntes pueden disfrutar cuando finaliza la programación de cualquier canal de aire: una interminable lucha de hormigas blancas y hormigas negras, todas contra todas y a gran velocidad. Así es mi ceguera. Eso es lo que veo todos los dias, sentado en este anden, esperando que alguien llegue para escuchar mi risa. Ahora la ensayo, apoyo el reloj de arena en el banco para no estropearlo y ensayo mi risa. Abro la boca hasta que los labios se me estiran tanto que me producen un leve dolor, muestro mis dientes, tiro la cabeza torpemente hacia atras. Repito la secuencia durante varios minutos, intentando buscar la mejor risa, la risa que mostraré al primer visitante que tenga, sea mi amigo o sea cualquier otra persona. Ahora la lluvia, los relampagos, "debe ser de noche" pienso en voz alta como si alguien pudiera oirme. Agarro el reloj y vuelvo a ensayar la risa, cada vez mas fuerte, cada vez intento que sea mas y mas irritante. Me quedo dormido.
El calor del sol me despierta, vuelvo a escuchar el agua, ahora siento que me rodea. Agua por todas partes. Puedo sentir una presencia. Me preparo para mostrar la risa que he ensayado durante semanas. La presencia que sentía se vuelve un sonido, el sonido de unos zapatos mojados que caminan por la vía del tren. Apoyo el reloj en el banco del andén y me preparo para reirme.

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