miércoles, 2 de abril de 2008

Capitulo 38

Estaba seguro de que era la noche mas fría del año, no podía ser de otra forma. Decidí dejar de esperar de el colectivo y emprendí la vuelta caminando. La campera que llevaba puesta era una campera que sin duda había cambiado mi vida, los abrigos dicen mucho de las personas, y este era perfecto para mí. Me sentía capaz de caminar infinitas cuadras si me lo proponía, podría llegar a donde quisiese, caminando, solo, sin hablar, sin fumar, sin pensar. A esta altura ya estaba cruzando por debajo del puente que corta la avenida Córdoba a la altura de Juan. B Justo, por primera vez no leí la frase que tiene escrita en su borde o baranda, la barrera estaba baja y decidí esperar aunque no haya ningún tren a la vista, ningún auto me acompaña en la espera, el sonido, una luz roja que titila de circulo en circulo dentro de un mayor circulo color negro, el campaneo de las luces coloradas y la desesperación sonora de que no escuchar un tren.
No me inquiete para nada y comencé a leer carteles de viejos candidatos a elecciones pasadas, luego de eso sentí que la vía me invitaba a transitarla de un modo amistoso, note cierta ambigüedad y eso me inmovilizo, minutos mas tarde mientras intentaba hilvanar una decisión me encontré caminando a su costado, por las piedras. Cierto sentimiento de inconciencia me alegraba, me alegraba haber decidido no subirme a un colectivo, me invadía la adrenalina de ver ciertos parajes de la ciudad desde donde jamás los pude contemplar, el sonido de aviso de un próximo tren era constante y el tren no aparecía, no aparecía, tal vez me hubiera inquietado hace unos minutos pero ya no, ahora cruzaba el paso a nivel de la calle Paraguay, lo cruzaba por la vía, sobre el puente, veía los corralones de materiales totalmente deshabitados y tras ellos los lujosos edificios de la calle libertador se levantaban corruptamente inocentes, el viejo arroyo Maldonado pensé por un momento y me senté sobre un durmiente. La campana, esa estupida campana aturdía y profundamente empecé a creer que no pasaría ningún tren por esta vía, no tendría nada que hacer un tren por esta vía, no había nada para el, nada que podamos compartir excepto mi cuerpo, eso seria algo sencillo de deglutir para sus bigotes de aleación de titanio.
Camino derecho, y espero encontrar la próxima estación, comienza a clarear pero con el amanecer aparecen tres enfurruñadas nubes que asoman desde el río, empieza a llover de una manera catastrófica, la temperatura sube unos grados y me pongo la capucha, no se ve a un metro de distancia pero sigo caminando, rápidamente comienzo a pisar sobre centímetros de agua, el campaneo constante ahora es débil en comparación al sonido de las gotas enormes que caen sobre mi campera que hace un tiempo no es impermeable, sigo sin ver nada mas allá de un metro y medio, sigo caminando así por mas de una hora con la hermosa sensación de tener las zapatillas totalmente inundadas, de estar totalmente vencido por la lluvia y de seguir caminando, en ese instante pasa un locomotora en la misma dirección a la que me dirijo, el ruido es infernal, oigo que desde arriba alguien me grita algo y diviso un brazo haciendo una seña con aires desesperados.
Ahí nomás me quede, extasiado y agitadísimo, la lluvia comenzó a calmarse y eso podía ser terrible ya que no sabia con que me iba a encontrar a mi alrededor, sabia que estaba todavía sobre las vías de un tren, sabia que era inevitable que salga el sol, que estaríamos cerca del mediodía y no sabia nada mas.
Todo es claro ahora, mi ropa apesta a humedad y a las dos costados de la vía agua, nada mas que agua, la vía sigue y mas lejos se ve tierra emulando costa, emprendo mi camino y logro ver un pequeño edificio, a esta hora el sol hierve el agua y mi cuerpo comienza a pesarme mucho, el edificio parece muy lejano, pero sigo mi marcha lenta y constante, es una estación y veo a alguien sentado sobre el anden.
Al llegar a la estación, observo al hombre que esta todavía sentado sobre el anden y lo saludo, subo al anden y el hombre comienza a despedir una marea de risas agobiantes y perturbadoras. Sobre el mismo indicando el nombre de la estación, hay un cartel que dice:
“Tres ballenas blancas”.

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