domingo, 1 de junio de 2008

Avenida Sinclair

La avenida Sinclair se pierde en polvo por el paso de los camiones y colectivos, con la primer resolana del día el polvo muta en nubes naranjas y rosas, los chicos caminan hacia la escuela encapuchados y muertos de sueño. Alguien con frió, a la espera del colectivo prende un cigarro, este llega al instante y el cigarro encendido termina en el suelo, el colectivo sigue su marcha dejando una estela de gasoil y un oportunista levanta el cigarro. La avenida Sinclair oscila entre la constante renovación y la eternidad e inmutabilidad de sus personajes que habitan las calles adelañias. La pura imagen y el café con leche y tres medialunas, estruendos de camiones sobre los cráteres de la avenida y el ritmo que empieza a acelerar, los chicos ya entraron a clases y la hora de hacer de hacer los mandados se desarrolla con calma en la verdulería, se venden cd’s y dvd’s al costad del árbol mas raquítico y quijotesco alguna vez visto.
El observador se levanto y camino unas cuadras por la suspirada avenida y luego doblo por una calle de tierra, con las manos en los bolsillos de la campera se perdió en entre el caserío y algunos perros que le chumbaban. Después vendría el mediodía y nuestro observador no estaría allí para contarlo, lo espera la tarde en algún otro paraje o lo sorprenderá en su morada, pensativo y cabizbajo, deseando que la noche abrase sus reclamos de incrédula existencia.
Efectivamente en una pieza medio habitación y medio depósito, detrás de un almacén, entre cajones de cerveza y cajas de galletas lo encontró la noche. Entraba luz por una pequeña ventana, de la que recostado en la cama solo podía ver cielo, esa noche más helada que nunca. Las estrellas congeladas y el vidrio de la ventana comenzaba a empañarse. El humo del cigarro le deformaba la cara y así pretendía seguir toda la noche, cigarrillo tras cigarrillo en compañía de un silencio en forma de vals campero o música de río en su cabeza. Se dormiría, y bajaría en bote con la tarde, remando tranquilo con la corriente de su lado, podría dejar los remos si quisiera y andar al ritmo del agua, llegar a donde le pareciera pasar la noche, amarrar en algún muelle amigo y tirarse a dormir en la orilla, noche abierta y un calor que parece febrero, cerrar los ojos y sentir la música del rioy el balanceo de las ramas bailando con el viento, una mujer podría aparecer desde el monte a sus espaldas, cantando, con los ojos negros y el pelo noche hasta la cintura, descalza se acerca, lenta, se sienta su lado y besa su frente, el agasajado intenta despertar pero resulta imposible, cantando;
Sobre la costa del río una paloma muy blanca
Detuvo su largo vuela de brisa cielo y distancio
El río desde su cauce le dio a beber de sus aguas
Estrechándole en abrazos la blancura de sus aguas
La paloma dijo al río que su vuelo continuaba
Abrió sus alas al viento y se alejo por la playa
Fue tan fugas esa dicha que pensando en tu distancia
Soy el rió que te añora y tú la paloma blanca.

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