domingo, 22 de junio de 2008

Uno, dos, tres... (ruido)

Una noche lo decidieron, y a la noche siguiente lo hicieron: Todas y cada una de las oficinas de Buenos Aires debían quedar vacías. Sin timbres, sin escritorios, sin sillas, sin papeles, sin teléfonos, pero por sobre todas las cosas sin personas. Subieron a sus autos y empezaron a andar: una noche, dos noches, tres noches. Las oficinas ya habían quedado vacías, pero olvidaron desconectar un teléfono. Solo un teléfono. Comenzó a sonar, una noche, dos noches, tres noches, y las paredes no pudieron soportarlo. Empezar a resquebrajarse, luego el techo, los pisos empezaron a apilarse unos sobre otros, hasta que finalmente todas las oficinas se derrumbaron y cayeron sobre las plazas de la ciudad. Las flores se vieron invadidas por los escombros, los juegos para niños, destruidos, sangraron su dolor en caños doblados y despintados. Ninguno de aquellos que habían decidido dejar atrás sus oficinas se enteró jamás de esto. Continuaron andando en sus autos. Una noche, dos noches, tres noches…

No hay comentarios: