domingo, 16 de marzo de 2008

El desembarco

El desembarco no había sido planeado. La triupulación bajó en silencio. Algunos se sentaron en la playa a mirar la luna reflejada en el agua. Otros caminaron por un camino sinuoso que llevaba hasta una iglesia. Entraron por la puerta principal. En la playa algunas estrellas fugaces acompañaban el reflejo de aquella luna amarilla en el agua. Los candelabros que alumbraban el rosotro de las estatuas de alguns santos aun ardían, como si alguien los hubiera encendido hace algunos instantes, pero la iglesia estaba completamente vacía. Algunas ballenas asomaban sus lomos cortando la superficie del agua, ondulando el reflejo de la luna. Los marineros observaban en silencio, algunas sonrisas de melancolía se dibujaban en sus rostros, pero nada mas, ni una mirada cruzada, ni una palabra. El primero de los hombres se arrodilló junto a uno de los bancos de madera que estaban en el pasillo central de la iglesia, el resto permaneció de pie y en silencio. La isla estaba abandonada. La noche era fria, muy fria, pero a la tripulación no parecia molestarle.

Ninguno de ellos volvió a subir al barco. Nunca cruzaron una mirada, nunca un gesto de aprobación hacia la decisión de un compañero, nunca mas un sonido, solamente el del fuego de los candelabros, iluminando el cuerpo de aquel hombre, que aun sigue arrodillado junto al banco de la iglesia. A veces la luna alumbra la playa. Todos los años, las ballenas vuelven para completar su recorrido hacia los helados mares del sur.

El barco sigue amarrado en el mismo lugar donde, ya diez años atras, los marineros del Almirante Brown hicieron su ultimo desembarco.

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