lunes, 17 de marzo de 2008

Radiografía de un cetáceo

La tinta chorreaba las hojas de un cuaderno. El escuadrón (que se reducía a una persona) viajaba en el Renault 12 sin pasar los 40 kilometros por hora.
Siddharta y Herman Hesse no entendian el olor a nafta que había debajo del asiento del auto. Una postal publicitaria que invitaba a escuchar "Buddha sounds (una experiencia electrosensorial)" se abrazaba a un rosario de plastico negro y rojo que mostraba con verguenza el escudo de "ñuls."
La Ruta 40 se hacía de ripio y el escuadrón se perdia en sus propios pensamientos:

"La cámara de fotos...tengo que arreglar la cámara de fotos que rompí en Costa Rica"

El ripio hacia imposible escuchar la radio que intentaba sintonizar algún bolero.
Al costado del camino "Don Segundo Sombra" saludaba como despidiendose para siempre, mientras sus hojas flameban al salir despedidas por la ventana abierta del Renault 12. Era cuestión de segundos para que el cuaderno lleno de tinta lo acompañara.

"Algún hotel, tengo que encontrar algún hotel..."

La noche calurosa hacia que el viaje fuera interminable. La unica compañia eran los carteles con publicidades que aparecian cada seis o siete kilometros.

"La cámara, el hotel, las ballenas blancas, el escuadrón... ¡este puto Renault 12!"
Los pensamientos eran, a esta altura del viaje, independientes y aparecían en su cabeza (dentro y fuera de ella) sin orden y sin aviso.

Llamandose a la reflexión, el único miembro de aquel escuadrón, decidió olvidar las ballenas blancas por un momento, y fue allí cuando sintió un fuerte dolor en el pecho, como si un infarto estuviera a punto de atacarlo. Decidió rezar a los monos y por las dudas rezó tambien a los elefantes del supermercado.
El dolor pasó, pero los recuerdos de la acropolis ateniense era tan nitidos, que llegó a pensar que nunca había dejado de pensar en las ballenas blancas. Luego de varios kilometros de pensar en bustos de filosofos, columnas talladas y ruinas en la montaña, el dolor volvió a tomarle el pecho, tanto que tuvo que apretarselo con ambas manos.

Perdió el control del Renault 12 y chocó estrepitosamente contra un cartel. Con sus últimas fuerzas intentó leerlo. Deseaba que dijera "Hotel" u "Hospital", pero solo alcanzó a leer: "Tilcara 12km" y una flecha que apuntaba hacia el norte.

"Debería haberme hecho la radiografía de tórax." Pensó mientras las lágrimas le cubrían la cara y lavaban la sangre.
La nafta que había debajo del asiento ayudó a que el fuego se esparciera mucho más rápido.

Los monos y los elefantes llegaron al amanecer.

No hay comentarios: