martes, 25 de diciembre de 2007

Renault 12

Cuanta tranquilidad la de la noche, las estrellas ni titilaban, manejaron mas de 5 horas callados, un frió que congelaba y un intranquilidad inmensa.
No se confiaban mucho pero esa información era lo único que les quedaba.
De acompañante y con la frente pegada a la ventana helada viaja Tal, cautivado por lo hondo de la provincia de buenos aires empeñaba el vidrio con su neumónica respiración y nublando la vista veía como se agrandaba y como se achicaba su aliento en las heladas estrellas. Sobre el todo o sobre la nada, su frente ejercía cada vez mas presión sobre la ventana, mordía un botón de su montgomery y se regodeaba de lo cómodo que estaba, no le importaba la duración de lo que podía ser el viaje, creía poder permanecer sin moverse mas de diez horas.
El Renault 12 iba liviano como quien no lleva nada. No lleva nada. Iba e iba siguiendo la doble línea amarilla, surcando sin comprometerse, de esa forma podían seguir hasta la tierra del fin, pero ellos buscaban salvarse un poco mas cerca e iban con recomendación.
Manejando inquieto y revolviendo todo lo que podía revolver con su mano derecha, encontró en la guantera un casette que decía “kind of blue”, dejo los movimientos bruscos y dio un suspiro liberador, antes de ponerlo miro un segundo hacia fuera del coche, pensó en el nombre del casette y puso la cinta que desconocía totalmente. Sintió bien la música, la trompeta de miles lo llevaba de paseo al cuarto que compartían con su hermano en la casa de Soler, sentía los fraseos como si los hubiese escuchado siempre, como si fuese su hermano quien tocaba, apoyo redundantemente su cabeza contra el apoya cabeza y la ruta se convirtió en tres falos dorados soplados por tres sultanes negros disparándole calor a sus oídos. Sin duda no tenia idea que ese primer tema que lo atrapo se llama “So What” y no “Tres sultanes dorados” como el creía que se debía llamar.
Tal, que estaba sentado en el asiento de acompañante había destrozado a mordiscones el botón del montgomery, lo tenía entre dientes y le chorreaba un hilo de baba, estaba en la misma posición desde que salieron de la ciudad. Siempre mantuvo los ojos muy abiertos y procuraba no cerrarlos, en media hora llegarían a destino, cuando pasaran la sexta estación de servicio debían preguntarle al playero por lo de Don Cornelio.
Al pasar un alguien dijo
- Cuatro, creo que van cuatro
Los ojos muy abiertos se mantuvieron callados, sabía que iban cinco y hay que parar en la próxima.
Cuando llegaron al quinto o sexto claro de cemento se escucho el aviso.
- es esta.
Siguió de largo el Renault y a cien metros clavo los frenos. No se quitaron la vista de los ojos, el auto volvió marcha atrás y al fin alguien le pregunto al playero. El playero solo asintió con la cabeza y recomendó esperar el día.
Desconfiados y más intranquilos, esperaron al costado de un surtidor carcomido por la herrumbre y el viento. Nadie fue al baño y nadie tomo café. Los ojos muy abiertos se mantuvieron muy abiertos sobre la ventanilla empañada, solamente había pedido apagar la música.
Al lado y en silencio con la cabeza contra el apoya cabeza, miraba alguien como Dos y el playero tomaban mate alrededor de otro surtidor.
Levanto la mañana, uno de los dos mateadores se acerco, apoyo el brazo sobre el techo y hablando hacia muy pausado y mirando a los dos explico el camino.
Alguien saludo las recomendaciones y en la misma posición, sin moverse siguieron camino.

Relojes entre tributos y discos

Dolor en el pecho, en el cuerpo entero. En los brazos, en los gestos. La mirada perdida, dura, fija en algún punto, cualquier punto (da lo mismo).

La noche anterior: El tiempo como enemigo, como un enemigo de siempre. Queremos que se frene, que deje de existir, queremos y no nos hace caso, pasa rápido, como si alguien adelantara las agujas mas rápido que nunca, mientras hacemos el amor, una vez. Solo una vez, no hay tiempo para más. Casi no hay tiempo para besos y caricias. El reloj penetra su cuerpo. Ojala Dalí pudiera cumplir su profecía, ojala todos los relojes del mundo se derritan, se hagan tan líquidos como la transpiración que, ahora, cubre nuestros pechos, que se frotan al hacer el amor.

De pronto, silencio. Besos, un abrazo. Emociones a flor de piel. Odio. Odio hacia el tiempo, hacia el reloj, hacia Dalí.

La mañana siguiente: La cama vacía. La almohada fría, como un cuerpo muerto al que ya no vale la pena abrazar.

“¿Dónde estas reloj? ¿Dónde estas? La puta que te parió reloj. Necesito que vengas, que te recompongas, que hagas que el tiempo pase rápido. Que se vaya este dolor en el pecho, en el cuerpo entero. Que se sequen rápido las lágrimas. Que deje de mirar lejos algún punto perdido sin importancia. Necesito que vengas reloj, que me hagas bien, que me hagas sentir la velocidad de tus agujas, cortando el aire como devorando minuto a minuto, segundo a segundo, día a día. Acercándola de nuevo hasta mi, hasta mi pecho, hasta traer su pecho hasta el mío, sentir su transpiración, volver a hacerle el amor reloj…”

“¿Dónde estas reloj la puta que te parió?” “¿No te das cuenta de que la extraño?”

jueves, 13 de diciembre de 2007

Don Cornelio y sus monos

Nada ni nadie. Solamente el cielo y algunas pocas estrellas. Abajo el campo. El campo de Don Cornelio Vargas de Aranzamendi. En realidad no era "su" campo, era el campo de su abuelo, que a su vez habia sido del abuelo de aquel abuelo y que siguiendo una tras otra las sucesiones habia llegado a ser propiedad del padre de Don Cornelio Vargas de Aranzamendi, y que ahora, era del hijo de Don Cornelio, ya que Don Cornelio estaba muerto, pero esto el no lo sabía.
Don Cornelio caminaba todos los dias por el campo, por "su" campo, que era en realidad de su hijo, pero que habia sido abandonado tras la extraña muerte de Don Cornelio. La lujosa casa que conformaba el casco del campo estaba vacía. Don Cornelio se daba cuenta de aquello, aunque desconocía la razón. Tomaba mate tras mate, sin darse cuenta de que el agua se enfriaba. Por las mañanas le gustaba caminar entre las estatuas que adornaban el jardin, junto al aljibe. Estatuas de monos, elefantes y ballenas, de sus antepasados, y de algunas otras personas que no podía reconocer. Hablaba en voz alta y decia incoherencias. Juraba al sol que algun dia volvería a buscar a Ariadna y cortaría el hilo que logró salvar a Teseo del laberinto de Asterión (Don Cornelio amaba secretamente a Asterión, porque creía que era el unico que podría enfrentarse a los elefantes y los monos).
Por las tardes intentaba pescar, pero el miedo a las ballenas del arroyo no le permitía acercarse demasiado como para sumergir su anzuelo en el agua.
Al caer la noche Don Cornelio se encerraba en la lujosa casa (cuyas ventanas habia tapiado minuciosamente) y apagaba todas las luces. Siempre había tenido miedo de los monos y de los elefantes. No de día, porque sabía que aquellos monstruos nunca se acercaban al campo bajo la luz del sol. Pero al caer la noche, Don Cornelio dejaba lo que estaba haciendo (dejaba incluso caer al suelo sus libros de Borges) y corría hacia la casa. Cerraba la puerta principal con una cadena y un candado que había comprado en el pueblo y se acostaba detras del sillón que habia frente a la chimenea. Poco tiempo despues podia empezar a oir las pisadas de los paquidermos, que de tanto en tanto se quejaban de los monos que querian subir a sus lomos para viajar mas comodos. Veia como las sombras de los monos, que intentaban romper las maderas que tapiaban las ventanas, bailaban en la sala en donde los unicos testigos eran Don Cornelio, el sillón y la chimenea.
Don Cornelio aguantaba la respiración todo lo que podía, no para no llamar la atención de monos y elefantes, sino para intentar poner fin a ese sufrimiento inexplicable que es el miedo.
Nunca lograba suicidarse. Se mareaba casi hasta perder el conocimiento, pero nunca habia logrado terminar con su miserable vida.
El ritual se repetía noche tras noche.

martes, 4 de diciembre de 2007

Esta vez Solo

Si intentaba hacer la poesía de ese momento lo arruinaba, por suerte pensó y tiro su cuaderno al fuego.
Le quedaban unos tragos de agua raz o algo así en la cantimplora y después de ver como viajaban sus pensamientos a penetrar la capa de ozono se paro tambaleando. Ese silencio era lo mas bello que había sentido en años, se acordó del 60, de cuando volvía del centro como sardina hora y media por Libertador, se reía, se reía mucho camino al río, lo sentía correrle por la espalda. El río más hermoso hablaba, se daba a entender bañado de claridad armo un cigarro y se acostó en una playita llena de luna, no pensó en nada, no pensó.
Ahí cerca, agazapado, atrás de un matorral estaba el orden de las cosas, lo miro un rato y se fue a sentar cerca del fuego que todavía chispeaba, reviso un morral y encontró un poco de tabaco para armar. Armo tranquilo Orden, agarro una ramita y la apoyo contra la brasa mas grande, seguro de lo que hacia prendió el cigarrito. El humo se le escapaba mientras hablaba, solo.
Pensaba y parecía desesperado, Orden se nesecitaba pero no se encontraba, junto mas ramas y mantuvo el fuego una hora mas, pensando que seria agua le dio un trago largo a la cantimplora, le subieron dos tremendas arcadas y de bronca la lanzo contra la oscuridad. Escupió.
¿Que haría? lo tenia que matar el lo sabia, pero esa noche no, esa noche no estaba para trabajar, era para quedarse charlando al lado del fuego, nesecitaba alguien que lo escuche y lo entienda.
En la orilla, aquel que estaba medio dormido escucho chispear el fuego y pensó en echarse al lado de este, de camino al lecho mantenía esa sonrisa cómplice de el con el, de lo bien que estaba haciendo, de lo mucho que le gustaba esta vida, a la mañana volvería a lo de esa familia a comprar el botecito que le ofrecieron. El bote en si era una miseria pero nesecitaba un compañero, una o dos manos de pintura y quedaría perfecto, un extraño así seco no es lo mismo que un extraño con bote por acá, se respeta mas. Vio el fuego y se regodeo, estiro una lona a dos pasos largos y se acostó, con el brazo izquierdo y sin mirar buscaba la cantimplora que supuestamente tenia que estar donde la dejo, la comodidad le gano y dejo de buscarla. Puso sus manos bajo la nuca.
Vio las estrellas y lleno de aire el estomago,
- monos ballenas y elefantes, que estupidez .
Descansaron.

martes, 27 de noviembre de 2007

El Delfín

Como si pudiera ver a traves de los ojos de un delfin, navegaba por un mar. Creía que era un mar, no podía sentir el gusto del agua y por ende no podía estar seguro de si lo que cubría repentinamente sus ojos era agua de mar. De repente los arboles que tapaban la luna, le hicieron darse cuenta de que era un delfín de río (seguramente uno de esos delfines marrones que viven en el Amazonas). No podía controlar ningun movimiento, solo podía ver desde los ojos, como atrapado adentro de aquel delfín. El agua subía y bajaba, cuando se sumergía podia ver con claridad (gracias a la luz de la luna llena que iluminaba el río y la selva). Por la velocidad que llevaba supuso que su "mitad-delfín", su alter-ego, su otro (casi-yo) corporal, estaba escapando de algo (no de alguien, porque en ningún momento miró hacia atrás).
Le pareció ver un jaguarete sentado junto a la orilla del río, pero cuando quizo volver a mirar, recordó que no podía controlar ningún movimiento del cuerpo de aquel delfín, de su "ahora" cuerpo. Se dió cuenta por la gran cantidad de luz que ingresó por sus no-ojos, que estaba nadando por una zona poblada, las luces de varios fuegos le dificultaban su vista, pero claramente no dificultaban la del delfín, que aceleraba su velocidad (quizas asustado o perturbado por la presencia humana).
Escuchó el ruido de un motor a lo lejos, un motor sumergido bajo el agua, probablemente el motor de una lancha o de algún barco. Le hubiera gustado mirar, pero una vez mas recordó su imposibilidad. El motor se fue perdiendo y fue reemplazado por el ruido de varios tambores, la luz de los fuegos por su parte fue sustituida por llantos y gritos sin sentido.
Sorpresivamente el delfín se detuvo.
Pudo ver, involuntariamente, un cuerpo que flotaba inmóvil sobre el lecho del río, un cuerpo humano. El delfín se acercó hasta tocarlo con su trompa. Los gritos eran cada vez mas fuertes, los llantos eran tan agudos, que los pajaros que dormian la noche de la selva, despertaron y comenzaron a volar. De pronto todo fue silencio. La Luna desapareció detrás de las nubes, los pájaros se detuvieron. Un alma pudo descansar eternamente. La otra, sorprendida, sintió como si pudiera ver a traves de los ojos de un delfín, que nadaba escapando río abajo.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Seguridades

Todo bajo control.
Sabía que a su izquierda habia un mono y que a la derecha algo asi como un elefante rosa, con una pelota de colores en la punta de la trompa.
Sabía que era un tipo muy seguro, sabía que si había una llave serviría para abrir la puerta que estaba cerrada y daba al jardín.
Sabía todos y cada uno de los dialogos de "Alicia en el país de las maravillas".
(No miraba otra pelicula)
Sabía que si pedia un whisky, le iba a poner tres hielos, lo iba a apoyar sobre una servilleta de papel y lo iba a tomar en no menos de diez tragos, esperando pacientemente que uno de los hielos se derritiera.
Estaba casi seguro de que sabia el día de su muerte. En realidad era tan seguro, que habia planeado suicidarse, y lo habia anotado en su agenda con dia y hora, para poder estar seguro de que no viviría ni un dia mas.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Escuadron

La realidad se manejaba en un marco de incertidumbre general, se veían cosas pero no se hablaba de ellas.
La televisión esta invadida de cínicos que le hacen creer a la gente que bailando cumplirá sus sueños, Eugenio indignado ceba un mate y lo pasa sin mirar a quien.
En el patiecito se ponen lindas las 6 de la tarde, el balde se lleno de a gotitas bajo la canilla y la rejilla lo mira sedienta
Hace tres días que no veían nada, tres días hace que nadie comenta nada, la última noticia que se supo fue la del mono en ciudad de la paz y pampa, el tema es que es sabido que están o que estaban, pero ahora…
Esa tarde salieron en coche con cámara de fotos y grabador, sabido era que Eugenio tenia un arma pero nadie decía nada tampoco. Para no levantar dramas.
Recorrieron, en un Renault 18 country, casi todos los lugares donde se supone estuvieron, La Paternal, Saavedra, toda La Pampa (calle), Martínez y algunos supermercados de la zona norte, terminaron a los gritos tomando cerveza en la recoleta, los resultados estaban a la vista.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Canción de cuna para un mono

-No puedo dormir.

Hay cosas que no lo dejan dormir. Son como voces adentro de su cabeza.
Siente culpa, se genera miedo. Recuerda paseos entre las góndolas de los (super) Mercados.
Escucha un piano, pero como si fuera música funcional (que cosa tan estupida ¡Beethoven como música funcional!).
Quiere dormir y no puede.
Cuanto mas piensa que quiere dormir, mas despierto se siente.
De repente intenta dejar volar su imaginación hacia un lugar positivo. Hace semanas, casi meses que no lo hace.
Empieza por imaginar un mono sentado en una de las paletas del ventilador. Lo imagina leyendo algún cuento de Cortázar. Le gustaria poder pedirle al mono que le lea en voz alta algún cuento de Cortázar (le gustaría que fuera "el perseguidor") o que le relate lo que pasa en algún pasaje de "El Eternauta".
Logró distraerse, logró desviar su creatividad, su imaginación, hacia algún lugar positivo.

-"1:35am" piensa. (Le quedan 5 horas de sueño).

El mono sigue sentado pero ahora ha saltado de una paleta del ventilador a la otra. No lo mira (no se miran). El muerde la almohada, el mono por su parte, sigue con su nariz metida entre las hojas del libro.

-"1:39am" piensa. ("el tiempo es la medida del movimiento" dijo Aristóteles).
-"¿De que movimiento?"
Nadie se movia, ni el, ni el mono. (quizas saltaba de una paleta a otra, pero eso no es moverse).

-"1:57am" piensa.
Nadie se mueve.
"Arsitóteles estaba equivocado"... dijo el mono (antes de dormirse y dejar caer el libro).

domingo, 4 de noviembre de 2007

70x70 = todo el mar

No tenia idea donde estaba, solo hacia frío y escuchaba voces que intentaban identificarse, no se veía nada pero las voces seguían preguntando quien era y porque. Verdaderamente se sentía aturdido.
Intentaba tener latente el recuerdo, disfrutar la claridad de ese mar, saber que la ballena existe y soñarla siempre libre.
Sobre el vaivén eterno las altas cumbres del mar lo cautivaron , el viento se enamoro de su cara como el soplido de su vieja a la cuchara de sopa caliente.
Del orden al caos y del caos al amor, de allí al reposo y a la suavidad de la piel, al contorno de unas piernas que se pierden en bruma, a la vida misma, a la planta que secreta nació entre los adoquines sin importar los colectivos que la acechan.
Allí, las olas bailan para el, lo acercan a la luna y lo alejan, lo acercan y lo alejan... se acerca y se aleja sin pensar en distancias, sin querer lo primero o lo segundo.
Penetrado de salada felicidad inmortaliza un suspiro.

- ¿Donde están? la imaginación es una farsa, todo es cierto, todo esto es cierto… créanme ese mar existe.
Acostumbrándose a la oscuridad escucho empujones y gritos en elefante.
Su mirada. Inmóvil en una rejilla.

sábado, 3 de noviembre de 2007

La generación de las ballenas (blancas)

-Si das vuelta el baño de un amigo podes ver un barco, una costa a lo lejos y la luna reflejada sobre el lomo de una ballena blanca en un mar negro.
-¿Qué decís?
-Eso que escuchas…
-¿Cómo si lo das vuelta?
-Claro, si lo agarras desde la rejilla y lo pones del otro lado, como cuando agarras una remera y la das vuelta y te queda el lado de la etiqueta a la vista. Eso mismo.
-¿Y que es lo que hay del otro lado?
-Estas vos arriba de un barco. Parado en la punta de la proa, mirando de noche una costa. No hay forma de llegar a la costa porque no hay faro para dar una luz que te indique.
-¿Y como haces para llegar?
-Esperas a que del agua negra se asome el lomo de una ballena blanca, y si tenes suerte, la luna hace que la ballena se ponga plateada. Sino vas a tener que estar meses navegando.
-¿Y vos como sabes todo esto?
-Lo acabo de inventar cuando me desperté (en ese momento en que estas tirado en la cama, que ya sabes que no vas a volver a dormir, pero sabes que podes quedarte en la cama un rato). Estaba escuchando una canción de Bruce Springsteen y me dolía la cabeza y para no pensar en eso me puse a inventar esto y a oler el olor a crema de enjuague que dejó ella (ayer) en mi almohada.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Los monos de la calle Pampa

Capítulo 1

Los pies llenos de hielo. Las manos no. Solo los pies. Inmóvil, casi quieto. Mira como el cielo se torna naranja, después gris, después rojo y finalmente el sol aparece ante sus ojos entreabiertos.
No hay nada que pueda hacer para evitarlo, el sol descongelará sus pies, el hielo de sus manos, y volverá a caminar, a ponerse de pie, a correr, a vivir entre los humanos y entre los monos.
Las calles están llenas de monos, de pasto, de perros muertos por los monos, de pasto pisado por lo perros.
Saldrá a la calle y pisará ese mismo pasto, matará a todos y cada uno de los monos que nunca intentaron descorrer el telón de la calle Pampa, allí donde los adoquines se entrecruzan con la calle Conde, en lo que antes se conocía como Belgrano R. Abrirá el telón que los monos minuciosamente habían cerrado, dejando en penumbras el barrio, congelando los pies de los habitantes humanos, de los perros y de algún anciano. El pasto volverá a estar húmedo, volverá a crecer, a tapar los edificios, sus puertas, sus ventanas, sus techos. El pasto dará árboles, y esos árboles ramas y esas ramas se llevaran al cielo el alma de aquellos monos, que una vez cerraron con fuerza el telón de la calle Pampa.
Ahora sus pies se llenan de agua, el hielo se derrite, le humedece las zapatillas, los cordones, los pies. Se pone de pie, camina torpemente, intentando recordar la metodología para hacerlo: primero un pie, después otro, después el primero y sucesivamente. Cuando logra caminar sin torpeza, decide correr, cuando logra correr decide volar, pero al intentarlo, cae estrepitosamente sobre los adoquines de la calle Conde, a metros de donde los monos habían cerrado aquel pesado telón rojo, aquel que tantas veces lavara su abuelo en aquella tintorería de Barracas, el telón del Teatro Colón. Todavía recuerda la horda de monos arrastrando aquel telón por la avenida, desgarrándolo con sus dientes, colocándolo con mucho cuidado entre dos árboles que daban sombra al barrio de Belgrano R.

martes, 30 de octubre de 2007

Monos, Ballenas y Elefantes oiganme, SOY SU DIOS !!!

Monos, Ballenas y Elefantes oiganme, SOY SU DIOS !!!
Soy su Dios, haganme caso,
siganme!!!
Sobre el capot de un auto estacionado, en la esquina de las calles Pampa y Ciudad de la Paz .Predicaba a la nada, a todos. A todos los monos, ballenas y elefantes que pasaban por ahi.
Siganme, confien, crean, y pasaba de auto en auto invocando santos o animales, vendran a buscarnos y vamos a estar preparados.
Haganme caso !!!
Aparecieron dos tipos con lentes ahumados, lo metieron dentro de un auto y siguieron pampa derecho.
Mono!, era un mono encubierto, se metio en problemas y yo lo se.
Hablo de mas .

viernes, 26 de octubre de 2007

La vida electoral de un elefante, un mono y una ballena

Ni Horacio Quiroga lo hubiera imaginado. Ni tan cruel, ni tan real, ni tan animal.

Dentro de la selva la gente se acercaba (en cantidades innumerables) hacia las urnas. Llegaban, caminaban a paso firme, ingresban en los cuartos oscuros (de luz). Desplegaban largos manteles sobre las boletas que lucian los nombres de los "candidatos", apoyaban bandejas con comida: Lechón con ensaladas, Abadejo, Costillas de cerdo, Achuras, Carnes de Res, etc, etc, etc. Comían hasta el cansancio (no elegian lo que comian, la oscuridad del cuarto no lo permitia), se limpiaban la boca y las manos engrasadas con las boletas electorales. Eructaban desmedidamente, se reían, tomaban vino y, de sobremesa, comían Chocolate en Rama y tomaban Whisky o (Cognac) en finas copas de cristal.

Al salir del cuarto oscuro les devolvian el documento (Nacional y de Identidad) con un sello en la seccion de "constancias electorales":

Sello
Votó el día......................


........................................
Presidente del comicio

jueves, 25 de octubre de 2007

Los elefantes van al supermercado ...y jamas regresan

Días como hoy los elefantes van al supermercado, rosas, pomposos, y alegres como todo elefante que un día nublado va al supermercado. Discuten torpemente sobre precios y productos, llenan changos y con exagerados gestos los vuelven a vaciar, se miran y vuelven a empezar el circo. Vuelan mermeladas en cantidades extremas, nadie hubiese pensado que estos rosados son tan fervientes consumidores de mermelada de damasco, rebalsan sus carros de todo tipo de colores, rojo tomate, amarillo esponja, naranja balde, azul limpia inodoros e infinidad de tonalidades dignas de un supermercado. Los chicos boquiabiertos, presos en corrales de acero se revolucionan, entran en éxtasis, se ríen fuerte, quieren ser elefantes, quieren mermeladas de todos los colores, gritan, patalean y hacen desbordar a sus mamas, estas se ponen frenéticas pierden la cuenta de lo que gastan y tienen que empezar de nuevo.
El pandemónium general. Una orquesta parece acompañarlos en sus movimientos, la música se torna disfuncional, las góndolas bailan al compás del concierto de elefantes. Las señoras se molestan ante tanto derroche de energía al momento de las compras, les da envidia el ímpetu con el que huelen los tomates. No se explican porque estos rosados se sorprenden ante la curva de un pepino y les enerva que busquen sombra bajo la copa de un brócoli. Rotundamente dobla el enojo que estos paquidermos la encuentren y después de tanta farra tengan su merecido descanso en la verdulería del supermercado.
Ante tanta calma y siesta se gesta la tormenta alrededor de su ojo, caos y tragedia. Las góndolas empiezan a sospechar, el elefante de los pañales se inquieta pero no es considerado, el otro elefante local, el de los cereales de chocolate lo calla nervioso.
A pesar de todo la calma es calma y los elefantes saben descansar, van a morir de paz, dicen. Sus bostezos eternos y sus estremecimientos son la envidia de los repositores, que hartos de arvejas enlatadas quieren soñar como ellos.

II -

Del otro lado del supermercado donde la aridez es extrema, abundan los cartones y las cajas ásperas de colores chillones. Allí la polenta es paisaje y el ser queda supeditado a él, todo se escapa entre los dedos, la razón de los cartones.
Un par de ojos vigilan –todo- astutamente, se mueven velozmente entre los productos. Obligan y mantienen el régimen de entradas y salidas, tanto de productos como de personas.
El régimen de la mirada en la nuca, la rectitud rectificada solo con el sonido de una fuerte respiración, el altavoz busca personas que nunca encuentra, se las trago la polenta, o alguna góndola.
Los rosas se acurrucan, el aire a-condicionado empieza a molestar. Las señoras ya no pasan por donde los tomates y las que pasan les tapan los ojos a sus chicos. La verdulería queda desierta y silenciosa, se escucha un tubo de luz.
No quedo nada.
Se encienden los televisores, las promotoras reparten queso en galletitas, los nenes comen hasta reventar, las señoras compran más queso y los nenes chochos piden más.
Una señora busca desesperadamente arvejas. Los repositores duermen la siesta.
- Paz?


lunes, 15 de octubre de 2007

Ludwig van Beethoven y su interpretación de la Ballena

Mirábamos adentro de una oreja.
En realidad no era una oreja, y mucho menos para Magritte. Claramente era una simple representación de una oreja.
Era una oreja dibujada con acuarelas sobre el cartón de una caja de pizza de Croxi.
Como era Sábado no había problemas para mirar adentro de esa oreja. No había horarios de oficina, no había subtes rabiosos que cargaban personas en Congreso de Tucumán y las dejaban en Catedral. No había noticieros que sembraban paranoia y miedos: “El granizo, la lluvia…”, “Alerta meteorológico…”.
En la televisión solo mostraban documentales de la vida de Beethoven. Quizás algún Sábado mostraron la vida de Mozart, pero no creo que podamos recordar eso, ya que por lo general los sábados escuchábamos discos de pasta de Beethoven (no nos gustaba ver su biografía en la televison) y mirábamos adentro de una oreja que cambiaba lentamente su color, dibujada sobre el cartón de esa caja de pizza de Croxi…
Magritte, Beethoven, una pizza de Croxi… Todos parecen lo mismo escritos en un “documento en blanco” de Word.

viernes, 12 de octubre de 2007

Breve aparicion de la Ballena

En el Tigre era la hora en que las ranas empezaban a croar.
- (suspirando) Horas minutos y segundos!! Me gustas mucho como para ponerte minutos, le decía el isleño al sonido batracio.
De repente una ola bastante mayor a la de algún ex jugador de fútbol y su bote.
Se agarro fuerte y agacho la cabeza, perdió un remo.
Miro hacia atrás siguiendo la estela gigante y desprendiose de un rosario de insultos.
Asustado vio que el agua volvía mas agitada que el, se sentó y respiro, tomo un trago y de a poco volvió a oír a las ranas.
Definitivamente cayó el sol.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Peronismo interpretado (con la Orquesta típica porteña)


Hay dos cosas en la pared: un cuadro muestra a Roberto Goyeneche. Lo otro es un banderín de Platense.

Saavedra entra en la noche de un Sábado cualquiera. Junto a una mesa un hombre saca un cigarrillo y se lo pone apagado en la boca. Se arremanga la camisa. Mira por la ventana y ve pasar dos monos. Uno de ellos viste un traje negro, moño y galera. El otro camina unos pasos más atrás, pantalón, camisa y corbata.
El hombre enciende el cigarrillo y pide un café.
-Un cortado –dijo-.
Lo olió y lo tomo de un sorbo.
-Otro cortado Sergio –dijo-.
El hombre lo olió y se guardo la taza y el café en el bolsillo del saco que había colgado en la silla que lo enfrentaba.

Entraron dos monos al bar (Traje de fajina, bigote, botas y sable). Se sentaron en una mesa. Desplegaron un mapa. Uno de ellos sostenía el mapa mientras el otro dibujaba líneas de colores por todo el papel.
El hombre los miró, y sin que se dieran cuenta, se acercó hasta la barra y cambio el disco de Goyeneche por otro de Goyeneche. Los nervios lo delataban en frías gotas que le caían desde la sien hasta el cuello de la camisa.

Empezaron a llegar otros monos: Traje de fajina, bigote, botas y sable.

La televisión que había permanecido apagada al final de la barra se encendió.
El hombre miró a los monos. Lo miraron. Se sentaron y empezaron a desplegar más y más mapas.
Uno de los monos se detuvo. Levantó la cabeza y miró al hombre.
-¿Nos esta hablando a nosotros…?
El hombre no tuvo tiempo de responder. Los monos que hasta ese momento habían estado concentrados en sus mapas, se levantaron y se acercaron hasta la mesa en donde estaba el hombre.

Se peleaban por ocupar la silla que sostenía el saco, hasta que uno de ellos se quemó con el café caliente que salía del bolsillo.

Goyeneche cantaba de manera desgarradora las frases de “El último Farol” de Troilo, intentando desviar la atención de los monos, que poco a poco desgarraban la carne de su víctima (Juan Domingo Perón era el nombre de aquel hombre).

La voz de Goyeneche y el ruido de los dientes de aquellos monos fueron las ultimas dos cosas que el hombre escuchó antes de morir.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Primera aparición de la Ballena




La gran ballena viaja por la ciudad, blanca inmensa, tan curiosa como lenta, necesita agua y la tiene, la tiene mientras destruye tu ciudad.
Mientras triste se auto-cuestiona, mientras llora al arrasarlo todo, mientras le rezan los cristianos. Estaba escrito y la esperábamos, quedan las páginas de Internet, las cartas sin recibir, las salas de espera, los contestadores automáticos y la oficina de rentas.
Tal vez algún fanático cobrador siga buscando morosos entre tanto pánico, quizás un violinista persevere en sus solfeos mientras la ballena hace lo suyo, las redacciones de los matutinos se tiran a muertas, un director les pega a sus militantes de la periodicidad para que no abandonen el barco, no hubo caso.
En vivo para toda la Republica Argentina excepto Capital Federal y Gran Buenos Aires la muerte de los chicos de Gran Hermano 29. Una producción de la Jefatura de Estado, Capitán Marcel Ti Nelly, Almirante Gerardo Zoofovich y el Comandantisimo Jorge Rafael Rial. En un comunicado emitido por Cadena Nacional informaron sobre la decisión de mantener a los nuevos héroes en la incomunicación, “Los nuevos mártires nacionales, serán recordados como tales y homenajeados como se lo merecen. Las generaciones venideras sabrán valerse de sus enseñanzas, futuro modelo para el joven argentino”.
A las tres horas la ballena arrasaba Martínez, los televisores perdidos y el llanto nacional, el caos y el desconsuelo. Nunca entendieron porque, no supieron del cetáceo.
Se escucho a vecinos hablar de otras ballenas que aparecían, alguien dijo por Avellaneda y otros afirmaban Quilmes. El barullo era constante y algunas cosas seguian su cauce, las facturas sin pagar, los monos de la calle pampa,los despertadores y en alguna tele Expediente fútbol; San Lorenzo campeón del 94.
- Señor su dinero ya no sirve.

viernes, 24 de agosto de 2007

Estación


Camino hasta la estación de tren. Desde mi casa son siete u ocho cuadras. Voy hasta la boletería y pido un boleto.
-Ida a Retiro por favor – le dije al hombre que sentado en la boletería, no levantaba la vista de un libro (por el color de las hojas parecía ser de Kafka)
Pague y me senté en el anden. En realidad me senté en el andén equivocado.
Cuando llegó el tren, no decía ni Retiro, ni Suárez ni Mitre. Decía “Tres ballenas blancas”. Decidí subirme y sentarme contra la ventana. El tren empezó a andar. Cada vez mas despacio. Cada vez con más decisión. Un guarda empezó a correr por el pasillo del tren, cerrando las ventanas. Afuera el agua que crecía del piso y caía del cielo empezó a inundar la ciudad (el tren no modificaba su paso, seguía, cada vez más rápido, cada vez con más decisión).
Puede ver con nitidez a mi familia, a mis amigos, a las mujeres con las que había compartido cosas buenas y cosas malas. Pude ver mi calle, mi casa. Pude verme sentado en un banco en la plaza “Castelli”. El agua tapaba a mi “doble”, pero no pude ver el desenlace de la situación. El tren seguía avanzando. Vi la ciudad, vi como las vacas caminaban pastando sobre el asfalto, vi molinos que intentaban sacar agua de los adoquines. Vi personas uniformadas quemando libros bajo el agua. Las llamas me lastimaban los ojos, pero no llegaron a producir un dolor suficiente como para dejarme ciego. El tren seguía avanzando. Vi aviones flotando, vi millones de divanes, en los cuales hombres y mujeres se empujaban por ocupar un lugar a los pies de personas que, supuse, eran psicólogos. Digo supuse porque el tren seguía avanzando y no pude comprobarlo. Me pareció ver una montaña de escombros. A su lado había un cartel: “Camino del Buen Aire”. En el medio se erguía el David de Miguel Ángel, vestido de traje, con un crucifijo en la mano. Sobre su cabeza había una cigüeña. Me pareció ver que la cigüeña escupía bebés, pero no pude ver con claridad. El tren seguía avanzando.
Llegamos a una estación. El tren frenó en seco, me golpee la cabeza contra el asiento de adelante. Cuando mire por la ventana ya no había agua. Baje del tren. En la estación, sobre el anden, indicando el nombre de la misma, había un cartel que decía: “Tres ballenas blancas”.